Simbología de un sombrero

Una aproximación desde una nueva Psicología del Liderazgo [1]

1/9/2022

Por Edgard Ortiz

“Y mira, más allá de Lima, San Isidro o Miraflores, La Molina no hay Estado y esa es la realidad. Uno se va a San Juan de Lurigancho y no puede considerar pues que ahí hay estado. Ahí no hay reglas, no hay ley, no hay orden, no hay nada. Y en las regiones pasa incluso en mayor medida”.

María Cecilia Villegas. Entrevista Enfoques Cruzados. Canal N.

“Por mucho menos los cojudignos salieron a marchar contra Merino. ¡Por mucho menos! Y ahora todos en sus casas ‘vigilando’”.

Leído en Twitter. Escuchado en muchas partes.

Segundo mes consecutivo en el que el presidente Castillo sube en aprobación. Segundo mes consecutivo en que la aprobación del Congreso baja [2]. El resultado no genera sorpresa (necesariamente). El público ha sido testigo de un Ejecutivo activo para su audiencia objetiva. También ha sido testigo de un Congreso que deambula sin bríos. La ausencia de sorpresa, sin embargo, no ha eximido de indignación e ira a un sector muy específico de la ciudadanía. 

Muchos de nosotros hemos sido cuestionados: ¿Por qué no Cae Castillo? O en su versión más pintoresca: ¿Por qué los cojudignos no marchan como contra Merino? Todas preguntas formuladas con irritación y ansiedad. Una aparente búsqueda (aunque en muchos casos honesta) de sentido y verdad. 

A la fecha se han esbozado respuestas bastante convincentes. Hildebrandt ha afirmado que “es la medida de la polarización en la que estamos. Para él “hay un sector grande del Perú, del Perú provinciano, del Perú del interior, que está más o menos diciéndose, Castillo será lo que sea, pero es nuestro. Castillo podrá haber hecho lo que haya hecho, pero es nuestro. Y Lima no nos quiere. Y los blancos de Lima no nos quieren. Y siempre nos despreciaron. Y al cholo Castillo le están haciendo lo que no le hicieron a los blancos o blancoides igualmente ladrones.” [3]

En el mismo sentido, Bruce ha escrito que “(e)l clamor parece ser: ¡que se jodan todos! (los que nos jodieron durante este bicentenario). Para quienes ya vivían en el fondo del abismo o en el cauce del huaico, este desastre parece ser vivido como una reivindicación a lo Sansón con los filisteos. [4]

Nosotros coincidimos. Y como este es un espacio para tentar explicaciones desde varias disciplinas, queremos arriesgarnos proponiendo un potencial marco conceptual complementario que nos permitirá entender -incluso mejor- lo que sucede. 

Ello con la ventaja de que -creemos- podría ser útil para avizorar propuestas hacia adelante. Se trata de lo que Haslam, Reicher y Platow denominan Nueva Psicología del Liderazgo. Teoría que sustentan en el Enfoque de la Identidad Social, la cual a su vez se compone de dos teorías complementarias en psicología social: La Teoría de la Identidad Social [5] y la Teoría de la Autocategorización [6]

Para establecer la utilidad de este ejercicio permítanme construir el escenario. Se trata de resumir al máximo ciertos contenidos teóricos que son relevantes en la propuesta de aplicarlos al caso peruano. En este desarrollo precisaremos cuál es el contenido esencial y suficiente de las teorías que planteamos utilizar. Para ello utilizaremos las palabras de los mismos autores. 

Así, empecemos señalando que la teoría de la identidad social es una teoría de las relaciones intergrupales. Comenzó como una forma de tratar de dar sentido a la discriminación entre grupos sociales y su idea psicológica fundamental es que cuando las personas hacen comparaciones sociales entre grupos, buscan una distinción positiva para sus grupos internos (in-group) en comparación con los grupos externos (out-group) para lograr una identidad social positiva

La teoría de la autocategorización (self-categorization) es una teoría del grupo psicológico. Busca explicar cómo diferentes individuos son capaces de llegar a ser, actuar, pensar y sentir como un grupo psicológico bajo circunstancias particulares. ¿Cómo, desde un punto de vista psicológico, las personas pueden comportarse colectivamente en lugar de como personalidades individuales? Su idea central es que detrás del cambio de la psicología y el comportamiento individual a grupal hay un cambio de personas que se definen y se ven a sí mismas en términos de sus identidades personales a personas que se definen y se ven a sí mismas más en términos de sus identidades sociales compartidas. [7]

Como afirma Turner en la cita previa, la teoría de la identidad social tiene que ver con implicancias del “Nosotros versus ellos” (grupos internos versus grupos externos), mientras que la teoría de la autocategorización tiene que ver con el “yo versus nosotros” (actuando como individuo versus actuando como miembros de un grupo). 

Aun cuando distintas, en ambas teorías se da por zanjado que las estructuras sociales, el contexto social y la sociedad -en sentido amplio- son fundamentales a la forma en que los procesos de identidad social comienzan a existir, se experimentan y dan forma a la cognición y el comportamiento. Para ambas es claro que no hay psicología en un vacío social. Y desde su perspectiva: (i) cómo las personas se autodefinen; (ii) hacen sentido del mundo; y, (iii) actúan en relación a las otras, es siempre una función de una interacción entre su psicología, individual y/o colectiva, y el ambiente social organizado dentro del cual existen.

Con estos antecedentes podemos ahora pasar a resumir qué propone la Nueva Psicología del Liderazgo planteada por Haslem et al. En sus palabras los autores: [8]

Primero, argumentamos que los líderes deben ser vistos como «uno de nosotros». Es decir, deben ser percibidos por los seguidores como representantes de la posición que mejor define nuestro grupo interno y lo distingue de los grupos externos. Expresado de manera más formal, sugerimos que, para ser efectivo, un líder debe ser visto como un prototipo del grupo.

En segundo lugar, argumentamos que los líderes deben ser vistos como «lo hacen por nosotros». Sus acciones deben promover los intereses del grupo interno. Es fatal que se vea a los líderes emplumando sus propios nidos o, peor aún, los nidos de grupos con los que los seguidores potenciales no se identifican: grupos externos. Porque sólo cuando se ve que los líderes promueven los intereses del grupo interno, los seguidores potenciales se muestran dispuestos a dedicar sus energías a la tarea de convertir la visión de los líderes en realidad.

En tercer lugar, argumentamos que los líderes deben «elaborar un sentido de nosotros«. Lo que esto significa es que no funcionan simplemente dentro de las limitaciones de las identidades preexistentes que otros les transmiten. Más bien, están activamente involucrados en dar forma a la comprensión compartida de «quiénes somos». Gran parte de su éxito radica en poder representarse a sí mismos en términos que coincidan con la comprensión de los miembros de su grupo. Está en representar sus proyectos y propuestas como reflejo de las normas, valores y prioridades del grupo. Los buenos líderes deben ser hábiles emprendedores de la identidad.

En cuarto lugar, argumentamos que los líderes deben «hacer que importemos». El objetivo del liderazgo no es simplemente expresar lo que piensa el grupo. Es tomar las ideas, valores y prioridades del grupo e incrustarlos en la realidad. Lo que cuente como éxito, entonces, dependerá de cómo el grupo crea que debe constituirse la realidad. Pero sin importar cómo se definan las metas, un líder eficaz ayudará al grupo a realizar esas metas y, por lo tanto, ayudará a crear un mundo en el que se vivan los valores del grupo y en el que se realice su potencial.

Las ideas anteriores son engañosamente simples, pero realmente potentes cuando analizamos su contenido y nos hacemos conscientes de su potencial respecto a la realidad social. Así entonces, con estos pilares, procedamos ahora a responder algunas de las interrogantes que adelantábamos y que son relevantes en la actualidad.

¿Por qué no cae Castillo?

Desde la teoría de la Nueva Psicología del Liderazgo la respuesta parece simple. Castillo no cae porque ha logrado actuar como un líder eficiente que ha sabido gestionar su imagen y posicionarse idealmente con su público objetivo. Esto es, se ha posicionado como un líder que los representa y actúa para ellos como “uno de nosotros”. 

Haslam et al señalan que “aquellos quienes buscan la influencia colectiva necesitan definirse a sí mismos (sus biografías, su carácter, sus acciones), el contexto específico y, por lo tanto, el grupo específico, de manera que los hagan parecer la encarnación de esa identidad grupal”. Y agregan (para nosotros enigmáticamente) que “esto se puede lograr de muchas maneras. Y puede involucrar enfocarse en algo tan pequeño como un sombrero en la cabeza (…)” [9]

La cita es contundente (y en su momento premonitoria). El presidente, ya sea consciente o intuitivamente, ha logrado construir un escenario en el que se presenta y logra ser identificado con el sector que lo votó. Es nuevamente ese candidato que representa su prototipo (espejo) perfecto. El peruano del interior, el provinciano marginado, discriminado, subestimado. 

Y como parte del acto, el presidente posiciona sus (pocas) acciones de gobierno como si las mismas las hiciera para su público objetivo, promoviendo sus intereses. Ahí están la defensa a las modificaciones laborales recientes. O la denominada segunda reforma agraria. Incluso, respecto a las obras cuestionadas (corrupción), se les presenta como obras para su pueblo similares a los que en años anteriores el “otro” guardaba para empresas extranjeras o limeñas corruptas. En el extremo, Castillo ahora es nuestro corrupto. Es la encarnación de la venganza provinciana.

Y todo ello lo logra afirmando siempre un sentido compartido de “nosotros”.  Una asociación con al peruano del interior que lo votó. Haciéndolos sentir en cada discurso que importan o dotando de simbolismo en ese sentido en cada puesta en escena. Identificándose con ellos. Ya sea con el casco y chaleco de minero artesanal o con el poncho, la herramienta de cultivo y sombrero correspondiente. Las palabras del presidente a aproximadamente mil mineros artesanales en la explanada de Palacio de Gobierno son reveladoras en ese sentido:

“Hermanos dirigentes. Queridos compatriotas. Queridos hermanos y hermanas. Bienvenidos a la casa del pueblo. Nosotros también cuando estábamos en las luchas, cuando el pueblo se organizaba, apenas podíamos mirar las rejas… Este es un gobierno puesto por ustedes. Y las rejas hoy tienen que ser abiertas y entrar al palacio de gobierno. No solamente a través de los dirigentes, sino que también ustedes. Porque creemos importante que acá nadie debe discriminar a nadie. Como dice el doctor Aníbal, todos somos iguales ante la ley. Y todos somos peruanos. Nadie puede mirar por debajo del hombro a nadie. Y nosotros que venimos de esa cantera del trabajo. Nosotros que sabemos que para llevar un pan a la familia a la mesa de nuestra casa. No estamos tendiendo la mano a nadie, sino que es producto del esfuerzo y del trabajo como lo hacen ustedes., como lo hace esta familia. [10]

Así, el presidente ha logrado identificarse efectivamente en el imaginario popular como el David arquetipo en la lucha contra ese Goliat capitalino. Todos sabemos en qué termina la historia y qué lado elige naturalmente la gente.

¿Por qué no marcha la gente? ¿Por qué no marchan los cojudignos?

La respuesta es la misma, pero en el sentido contrario. Nadie marcha porque en la oposición no se ha configurado un líder que cumpla con representar a ese grupo significativo de peruanos inconforme con la descomposición del Estado.

De hecho, los que convocan a esas marchas no sólo no representan a la mayoría disconforme, sino que denigran a ella. Ya sea de manera expresa y voluntaria mediante el cojudignismo (sic) o confesando de manera casi freudiana sus sesgos y valores (No hay Estado).

En el mismo sentido, las caras de la protesta y manifestación contra el gobierno se esmeran en hacer lo contrario a lo necesario. Esto es, continúan actuando en beneficio de sus intereses y no del grupo. Con ello no elaboran un sentido de nosotros. Más bien lo contrario, se comportan como el grupo externo. Como el otro. Y ya sabemos que en psicología al otro lo caracterizamos negativamente, sin distinciones, lo que hace más fácil la indiferencia o incluso el rechazo.

Mucho tiene que ver en esta ausencia de liderazgo opositor que no exista un Congreso a la altura. De hecho éste se constituye como el opuesto al Ejecutivo por defecto. Y para Castillo no podría representar mejor contraparte. Porque ni siquiera lo tiene que construir como enemigo, sino que se construye solo como el cúmulo de antivalores que buscamos no nos representen.  Son una especie de disonancia cognitiva (ciudadana) gratuita para un Ejecutivo limitado y turbio.

Suma también que los líderes políticos alternativos decentes de derecha y centro no apuesten por pronunciarse expresamente. Están concentrados en el juego corto de las elecciones locales y regionales o de una potencial carrera en caso de vacancia. Por ahora no arriesgan. Prefieren esperar que el trabajo necesario lo haga la Fiscal de la Nación. Confían en que el gobierno caerá solo.

Una apuesta que puede resultar cara porque implica confiar en que la institucionalidad desprestigiada desequilibrará el escenario político de manera pacífica. Nadie quiere dar el primer paso. Saben del potencial peso en los libros de historia. 

Si se requieren liderazgos, entonces ¿por qué sí se marchó contra Merino?

Esta respuesta probablemente sea más arriesgada. Esto, porque si analizamos las marchas de noviembre de 2020, no encontraremos un liderazgo nominal que las promoviera. De hecho, se han formulado estudios preliminares muy interesantes que detallan cómo redes desarticuladas utilizando la tecnología lograron activarse para consolidar una respuesta ciudadana. [11]

En cualquier caso, creemos que el enfoque presentado nos permite aventurarnos a afirmar con cierta base que, a pesar de no encontrar un liderazgo formal o presente, sí existió un liderazgo catalizador tácito. Un liderazgo que con su opuesto permitió construir-imaginar una narrativa que gatilló el movimiento social. Nuevamente, el prototipo de un David y un Goliat o un bueno versus malo.

En este caso, creemos que el personaje (líder representativo-prototípico) violentado fue el presidente Vizcarra y el actor-hecho “violentador” generador de la indignación social fue el Congreso-Merino y su acceso al poder vía la vacancia. Todos estos personajes permitieron en ese momento la representación de manera efectiva del “ellos versus nosotros” de la teoría de la Identidad Social. O a la “prototipación” de “nuestro grupo” versus el de “ellos” de la teoría de la autocategorización. Con las consecuencias (sesgos) que ello genera.

En esta historia, creemos que en el imaginario social, de un lado se ubicó al presidente (vacado) Vizcarra el cual para un grupo mayoritario de peruanos representaba a “uno de nosotros”. Acaso no es fácil de recordar como Vizcarra hablaba constantemente al peruano. Cómo este procuraba dotar de un sentido de nosotros y construía eficientemente a su enemigo (el Congreso) como “el otro”. Eso explicaría también como las disonancias cognitivas generadas (https://propuestapais.pe/noticia/disonancias-al-2021/) le permitían gozar de buenos indicadores de popularidad a pesar de los evidentes malos resultados en la gestión de la pandemia, la economía y el gobierno.

Y es que el Congreso no era catalogado negativamente de manera gratuita o casual sino de manera “racional” porque en el imaginario colectivo era “golpista” (¿Fujimorista?), había accedido al poder sin ganar una elección y al estar representado por Merino, reflejaba a la perfección el prototipo del “otro”. Ese que estaba cegado por el poder y no le importaban las consecuencias (https://propuestapais.pe/noticia/peligrosa-distorsion-de-la-realidad/). Un enemigo al cual podemos y queremos achacar todas las vicisitudes traumáticas del momento. Evidentemente, una proyección que no era gratuita sino todo lo contrario.

Las respuestas anteriores son una provocación desde una perspectiva-teoría psicológica social que ya es convencional para un sector de expertos en la materia y que hoy se utiliza para entender la discriminación racial y el uso de estereotipos, el liderazgo corporativo y la nueva comunicación política. Esta es una perspectiva que rompe con las teorías individualistas que pretenden explicar la conducta social. Y que entienden que nuestra conducta social (en grupo) forma parte inherente y principal en nuestra formación del yo. Porque cómo nos comportamos en grupo es parte esencial de lo que somos como individuos.

Es en este sentido que creemos que las teorías expuestas nos permiten entender la conducta colectiva del peruano del pasado reciente y del presente. Como se ha señalado, no hay psicología social (conducta) en un vacío, sino en un contexto social, político y cultural específico. Y en nuestro caso, ese contexto ha sido y es de una política decadente, liderazgos vacíos y del aprovechamiento mezquino de una sociedad fragmentada.

En cualquier caso, las mismas teorías nos dicen que hay una salida. Y ella consiste en lograr liderazgos inteligentes y representativos. Que logren romper las puestas en escena políticas simplonas y divisionistas. Que logren enmarcar la realidad no dividiendo a los peruanos sino integrándolos más. 

De hecho, el “ellos versus nosotros” puede y debe constituirse respecto a esos “nosotros”, los peruanos mayoritarios que somos honestos y aspiramos a un país mejor y más desarrollado en beneficio de la mayoría de los peruanos versus esos “otros” que hacen política para sus intereses o de grupos minoritarios, sin integridad y dispuestos al divisionismos y la degradación simple de aquel con el cual no concuerdan.

La tarea no es fácil, pero es necesaria. Y el tiempo es corto lo cual hace la acción más urgente. Como alguien dijo por ahí, nosotros, los que nos consideramos institucionales y democráticos podemos creernos dueños del reloj, pero ellos, los que pueden vivir al margen de la ley y en constante divisionismo, son dueños del tiempo y pueden darse ese lujo.

[1] Alexander Haslam, Stephen D. Reicher, and Michael J. Platow (2020). The new Psychology of Leadership. Identity, Influence and Power. Second Edition. Routledge.

[2] IEP. Informe de Opinión. Agosto II 2022. https://iep.org.pe/wp-content/uploads/2022/08/Informe-OP-Agosto-II-2022.pdf

[3] César Hildebrandt. (2022, 29 de agosto). Podcast Hildebrandt en sus trece. https://twitter.com/i/status/1564710427996463104

[4] Jorge Bruce. (2022, 29 de agosto). El factor Humano. La República. https://larepublica.pe/opinion/2022/08/29/crece-el-apoyo-a-castillo-por-jorge-bruce/

[5] Tajfel, H.; Turner, JC (1979). «Una teoría integradora de conflictos intergrupales». En W. G. Austin; S. Worchel (eds.). La psicología social de las relaciones intergrupales. Monterrey, CA: Brooks/Cole. páginas. 33–47.

[6] Turner, J. C., Hogg, M. A., Oakes, P. J., Reicher, S. D. & Wetherell, M. S. (1987). Rediscovering the social group: A self-categorization theory. Oxford: Blackwell.

[7] Turner J. En el Prefacio de Psychology in Organizations de Haslam, S. Alexander (2007) Sage Publications.

[8] S. Alexander Haslam, Stephen D. Reicher, and Michael J. Platow (2020). The new Psychology of Leadership. Identity, Influence and Power. Second Edition. Routledge. Pag. xviii-xix.

[9] S. Alexander Haslam, Stephen D. Reicher, and Michael J. Platow (2020). The new Psychology of Leadership. Identity, Influence and Power. Second Edition. Routledge. P. 66.

[10] Declaraciones del presidente Castillo a mineros artesanales y dirigentes del CONFEMIN el 16 de agosto de 2022.

[11] IEP. Mesa “Las protestas de noviembre 2020 en el Perú”. https://web.facebook.com/institutodeestudiosperuanos/videos/716605736346400