La erosión crónica del Estado y del interés público: ¿tiene solución en el Perú?

06/05/2020

Por Jesús Vidalón

La crisis del Coronavirus desborda las capacidades del Estado y de la sociedad aún en países desarrollados. Esta realidad no debe evitar que veamos claramente las debilidades y carencias que ha desnudado en el nuestro. La situación de nuestros sistemas de salud, educación, penitenciario y de justicia, y de nuestra infraestructura de transportes y de agua y saneamiento, por poner algunos ejemplos, pudo ser mucho mejor con los presupuestos asignados en las últimas décadas.

Su precariedad es el resultado de diversos mecanismos de erosión crónica del Estado y el interés público por la mayoría de los agentes públicos y privados.

Este es el mejor momento para reflexionar y actuar sobre esto. De lo contrario, pasada la crisis, todo volverá a ser lo mismo y empezaremos el tercer centenario de la república con más décadas perdidas.

 

Construyendo país: Una analogía simple

Supongamos que para construir el país necesitamos elevar edificios de 10 pisos, que es la altura que necesitamos para que las cosas funciones como en los mejores países de la región, y de 20 pisos, si queremos igualar la altura en los países desarrollados.

En nuestros edificios de salud, justicia y sistema penitenciario vamos aún en el piso 2; en educación, en el piso 3.  En agua y saneamiento y transportes tal vez en el piso 4. En todos los casos, además del retraso, hay partes mal y bien construidas.  En algunos edificios hasta los cimientos tienen dificultades.  La altura que nos falta para alcanzar el piso 10 ó 20 es la brecha, que depende del estándar de referencia (regional/global).

En nuestras obras sucede que:

– Muchos de los trabajadores se “reservan” parte del cemento que requieren las columnas y vigas y la calidad del concreto resulta mala. Si esto se detecta en la supervisión debe reconstruirse y si no se detecta existe el riesgo de colapso posterior.

– Hay muchos trabajadores que ponen poco empeño y retrasan el avance porque les pagan por jornal y no por rendimiento.

– Los trabajadores se oponen a que se contrate maquinaria para acelerar y mejorar la calidad de la construcción, porque temen que la obra termine más rápido y con ello se les acabe el trabajo. No consideran que un buen resultado haría que sean contratados para una nueva construcción. Hacen huelga y paralizan la obra hasta que se descarte la contratación del equipamiento.

– Gran parte de los supervisores no reporta defectos en los materiales que se reciben en el almacén, porque han dejado en su casa un lote de materiales.

– En la mayoría de los pocos edificios en los que se decide finalmente alquilar una grúa y mezcladoras, el dueño de los equipos, para ganar el concurso ofrece ventajas al responsable del concurso y al supervisor. Y entonces gana con un precio muy alto, o con un precio bajo y entonces pone en la obra maquinaria antigua y hasta obsoleta.

– Cada vez que hay un cambio de supervisor, el nuevo dice que todo está muy mal y ordena demoler todo lo avanzado, incluso las partes que están bien. Y entonces declara que “ahora sí se va a construir de manera adecuada”.

– Los encargados de aprobar las especificaciones técnicas y los procedimientos constructivos incluyen disposiciones que benefician a grupos cercanos.

Así, se avanza muy poco y de cuando en cuando se derrumban uno o más pisos, y gran parte de todos los recursos ya gastados en las obras se han perdido.

 

Admitir la realidad para buscar soluciones

Hay y ha habido muchos funcionarios públicos y trabajadores honestos, que se esfuerzan por obtener resultados y crear valor para la sociedad. Del mismo modo, hay y ha habido muchas empresas privadas que operan generando riqueza y puestos de trabajo actuando correctamente, respetando la ley y compitiendo lealmente en el mercado. Sin embargo, el beneficio personal, grupal o empresarial indebidos, como objetivo, y el afán por concentrar poder como medio, han sido -lamentablemente- no la excepción sino la regla.

Y entonces, la corrupción, el mercantilismo, el gremialismo radical, el autoritarismo, el populismo, la polarización ideológica y la burocracia, han erosionado permanentemente el Estado y el interés público.

Hemos escrito antes sobre lo que se requiere para generar desarrollo económico y social sostenible: efectividad, institucionalidad y gobernabilidad. Ver por ejemplo: Necesitamos reinventar el gobierno para adaptarlo al siglo XXI.

El Acuerdo Nacional recientemente reconvocado es una oportunidad.  Pero el punto de partida es el diagnostico descarnado. No vamos a avanzar nada si seguimos siendo políticamente correctos y decimos que la corrupción pública y privada se presentan “en casos aislados”.

Efectividad, institucionalidad, gobernabilidad… y para ello una nueva generación de funcionarios, políticos y empresarios.  Eso es lo que necesitamos. Una generación que empiece a reconstruir el país en el bicentenario.

 

Nota:

Tomo el término “Erosión” de Samuel Huntington, que 1997 publicó el artículo “La erosión de los intereses nacionales americanos”.  Estaba enfocado más en la identidad nacional que en el interés público, pero el término es muy descriptivo.