Reformas hasta el final: consecuencias y desafíos para todos

03/08/2019

Por Karen López Tello

“El precio de desentenderse de la política es el ser gobernado por los peores hombres”

Platón

El Presidente de la República ha tomado una decisión enérgica e imprevisible (hasta para la Vicepresidenta y colaboradores, siendo extraño que no haya trascendido en los pasadizos de Palacio de Gobierno).

Agregaría también que la decisión del Presidente ha requerido valor y convicción. En este caso, parece moverse bajo la real convicción de que “la confianza solicitada por las reformas ha sido aprobada solo de palabra y denegada en los hechos [1]

Definitivamente, actuar por convicción no es usual en el entorno político; por lo cual, raudamente varios congresistas se atropellaban tras el Mensaje de la Nación por vociferar ante cámaras: “incapacidad”. No lo creo. Considero que procedió con una respuesta política; sí, pero motivada por el convencimiento de que las reformas “a medias” no eran la ruta al cambio que el Presidente promueve y que nos había prometido en su Mensaje a la Nación del 2018.

Otras posiciones comentan sobre su falta de liderazgo y el de sus futuras intenciones a la Presidencia de la República.

¿Usted podría imaginarse a alguno de nuestros expresidentes “desprendiéndose” del cargo? No creo que la acción del Presidente y la reforma constitucional le suprima liderazgo.

¿Que no se quedó porque prefiere retirarse en el mejor momento de su gobierno actual para tener éxito en una futura postulación a la presidencia?

Creo que no. Considero que los últimos dos años nos están enseñando en abundancia de cómo nuestro involucramiento y nuestro no involucramiento en la política, tiene un impacto directo en nuestras vidas.

Vizcarra se hubiese podido quedar, simulando la continuación de una reforma  o quedarse a generar redes de corrupción entre que acababa su periodo de gobierno.

Considero que, el estar siendo observadores directos de alrededor 30 años de (posible) corrupción presidencial, nos da una oportunidad para replantearnos una sociedad mejor, ver cuál es nuestro rol en ella y resulta saludable evitar aseverar que nuestra forma de elegir a nuestras nuevas autoridades volverá a ser la misma.

Por otro lado, la conexión entre la política y la economía no debería solo enfocarse en tanto afecte las inversiones. Muchos medios de comunicación nos atosigan de mensajes de terror sobre la economía, las inversiones, la inestabilidad, las posiciones radicales, el desempleo. Todo ello es importante, pero también lo es emprender reformas, no dudar y avanzar con pasos firmes hacia la sociedad que queremos construir: una sociedad con menos corrupción.

«Definitivamente, actuar por convicción no es usual en el entorno político; por lo cual, raudamente varios congresistas se atropellaban tras el Mensaje de la Nación por vociferar ante cámaras: “incapacidad”. No lo creo».

Imagínese que la empresa donde usted trabaja decide no invertir más en determinado proyecto. Cierran todo. ¿Ve cómo las decisiones de la esfera política si son importantes hoy, en si usted se queda sin trabajo mañana? [2]

Otro caso: un hijo suyo es atropellado y fallece como consecuencia de un conductor ebrio al volante. ¿Se imagina que terrible sería que usted acuda al Estado por justicia y no se la brinden porque el conductor ebrio le pasa dinero al juez? Impunidad y corrupción.

Con esos sencillos ejemplos a los que estamos ya tan acostumbrados, apelo a reforzar una idea central que está ya dando vueltas los últimos días, y es sobre la necesidad de fortalecer la institucionalidad política y jurídica del Estado.

Por ende, el problema de resolver la crisis política que vivimos hoy no pasa solo por preocuparnos por las inversiones y el impacto económico; sino también, en revisar cómo la institucionalidad influye en el cumplimiento de nuestros derechos fundamentales en el día a día.

Nos acercamos a un periodo acelerado de decisiones políticas trascendentales para el país. Como queden la reforma política y la reforma de justicia será una preocupación latente los próximos meses. Y si no se descuida el manejo económico, será mejor para el país.

Mientras tanto, podemos entrenarnos en verificar si el Mensaje a la Nación se condice con la presentación del Presupuesto de la República para el 2020 (el 30 de agosto próximo) y cómo termina siendo aprobado a finales de noviembre.

Además de ello, considero que es importante que vayamos repensando sobre cómo ejercer mejor nuestra ciudadanía desde enero: informarse de las propuestas de los nuevos candidatos y cómo darán continuidad a las reformas que reciban (en el estado que queden) y qué exigirles en sus Planes de Gobierno.

Es razonable pensar que los partidos políticos que postulen no tendrán ni la cantidad de cuadros preparados, ni el tamaño de la alta burocracia suficiente que se requiera para gobernar. Quizás nos toque esta vez elegir “a las carreras”, pero es ya diferente y positivo imaginar un proceso electoral, sin ODEBRECHT (por lo menos).

Un país sin corrupción, nos involucra a todos.

[1] Mensaje a la Nación, 28 de julio 2019.

[2] En referencia a la generación “al pinchista” de la que habla Juan de la Puente.