¿Por qué a nuestras élites casi 70 muertos no les parece una barbarie? Por racistas y discriminadoras

29/05/2023

Por Carlo Magno Salcedo

En el contexto de la reciente protesta social contra el Gobierno y el Parlamento, los casi 70 muertos no parecen tan graves para el exministro Luis Miguel Castilla –destacado miembro de la élite económica de nuestro país– y descarta tajantemente que haya sido una barbarie.

 

En efecto, en el evento “Perú en la encrucijada: Crisis política, tendencias económicas y violaciones de derechos humanos”, realizado el pasado 24 de mayo por Inter-American Dialogue (Washington D.C.), Castilla manifestó su discrepancia con una opinión del politólogo Alberto Vergara –expresada previamente en el mismo conversatorio–, a la que calificó de “visión sesgada que describe a un país que pareciera estar al borde del precipicio o de la guerra civil; un país roto, con una mandataria que sería la presidenta de la barbarie”. Castilla refiere rechazar tajantemente dicha visión, señalando, más bien, que lo que hay que prevalecer es una visión más ponderada o equilibrada de lo que ocurre en el país.

 

Respecto a lo opinado por Castilla, Vergara insistió en que sí se trató de una barbarie y aprovechó para formular una muy importante pregunta: ¿Por qué a nuestras élites lo que ocurre en el Perú no les parece una barbarie?

 

Conforme refiere Vergara, en el Bloody Sunday –que fue un hito en la relación de Irlanda con Gran Bretaña– hubo 14 muertos y fue considerado una barbarie; “en cambio, cuando matan a sesenta y tantas personas en la Sierra del Perú no habría que decir que es la barbarie; serían unos excesos, habría que ser ponderado, equilibrado, llamarlo unos lamentables fallecidos. ¿Qué hace que, a nuestras élites económicas políticas, mediáticas, esto no les parece una barbarie? Esa es la pregunta.”

 

Quisiera responder la pregunta de Alberto Vergara. ¿Por qué a esas élites no les parece una barbarie casi 70 muertos? Porque esas élites son profundamente racistas y discriminadoras; porque los muertos no fueron ciudadanos limeños, sino «pobladores» serranos, campesinos, indígenas, cholos, de Puno y Ayacucho, a los que incluso se ha pretendido negar su condición de ciudadanos. Por cierto, las fuerzas del orden cuidaron bastante que en las protestas realizadas en Lima no haya muertes.

 

Al respecto, considero vigentes las conclusiones del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, que, aunque se refieren al sangriento conflicto armado interno originado por el accionar terrorista de Sendero Luminoso, son válidas para explicar la reciente tragedia nacional.

 

En el discurso de presentación del referido informe el 29 de agosto de 2023, a cargo de Salomón Lerner Febres, presidente de dicha Comisión, éste refiere una conclusión que es motivo de escándalo e indignación: “La manera en que la desigualdad acompaña la existencia de los peruanos no solamente en la vida, sino también en la muerte. El 75 por ciento de las víctimas fatales tenían como idioma materno el quechua. La gran mayoría de ellos eran campesinos, habitantes de las comunidades de Ayacucho, Apurímac y Huancavelica. Es sobre esa población que la violencia se abatió con la mayor intensidad, y eso nos llama también a preguntarnos, con dolor, con consternación, si no habrá sido esa la razón por la que los gobiernos permitieron que la violencia alcanzara cotas tan elevadas”

 

En otra parte del informe se concluye que: “La discriminación étnica y racial fue un elemento presente en el conjunto del proceso de violencia. En los diferentes momentos y ámbitos de su desarrollo, fue un factor que influyó significativamente sobre los comportamientos y percepciones de los diversos actores, aunque casi siempre de manera encubierta”.

 

Aunque el conflicto no tuvo un carácter étnico explícito, estuvo cargado de elementos raciales, étnicos y regionales que se entrelazaron para acentuar la violencia. El racismo y la discriminación fueron inmanentes a las prácticas de violencia de todos los actores, aflorando sobre todo en los momentos en que se ejerció la violencia física, mediante categorías raciales que estigmatizaron a las víctimas como «indios», «cholos» y «serranos».

 

En esa misma línea, la Comisión concluye que, en aras de la reconciliación nacional, resulta indispensable impulsar la creación de una identidad colectiva de todos los peruanos respetuosa de las diferencias culturales y librada efectivamente de cualquier rezago de discriminación étnica y racial. Esta es una de las lecciones profundas dejadas por la violencia.

 

Lamentablemente, esa es una lección que nuestras élites no han aprendido, ni les interesa aprender.