Nuestra historia se repite (siempre como farsa)

04/10/2019

Por Farid Kahhat

“Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa”. Así comienza “El Dieciocho Brumario de Luis Napoleón Bonaparte” de Carlos Marx (puede comenzar a corear “¡caviar!, ¡caviar!” si gusta). Por suerte, en décadas recientes, la historia política peruana nos viene librando de la tragedia y se repite tan solo como farsa. Porque las protestas destempladas contra la “dictadura chavista” que habría conjurado Martín Vizcarra no son precisamente una novedad.

Recordaba en un artículo de 2011, durante la campaña para la segunda vuelta entre Keiko Fujimori y Ollanta Humala, que quienes integran las élites limeñas se precian de ser personas cultivadas e ilustradas. Luego añadía: “Tal vez, pero su formación intelectual adolece de un gran vacío: no tienen la menor cultura teatral. Cuando de escenificar elecciones se trata, tienen una pasmosa proclividad hacia la sobreactuación, y no conocen ningún género teatral que no sea la tragedia griega. Según ellos, siempre el candidato contrario a sus preferencias representa el salto al abismo, posible únicamente porque el votante medio se parecería a esos roedores que seguían hipnotizados al flautista de Hamelin hacia el precipicio (sin alusión alguna a Kuczynsky y su afición por la flauta).

Además, tienen problemas para recordar su libreto, porque pese a ser siempre el mismo, confunden siempre a los personajes: en 1985 los ignorantes eran aquellos que votaban por Alan García, en 2006 los ignorantes eran aquellos que no votaban por Alan García. En 1990 los ignorantes eran aquellos que votaban por Fujimori, ahora son aquellos que no votan por Fujimori. En 1990 Mario Vargas Llosa era el redentor del país, hoy es el tonto útil de Humala (candidato por antonomasia de los ignorantes). En 1990 algunos partidarios del derrotado candidato Vargas Llosa clamaban al cielo por un golpe de Estado que previniera el salto al abismo representado por Alberto Fujimori. En 1992 esas mismas gentes aplaudían a rabiar el golpe de Estado perpetrado por Alberto Fujimori”.

Hasta aquí la cita del artículo original. Para ponerlo al día faltaría agregar que, una vez electo, para nuestras élites Ollanta Humala comenzó su gobierno siendo nuestro Hugo Chávez, y lo terminó siendo “Cosito”: pasaron del miedo al desprecio sin jamás reconocer su error inicial.

Ahora Vizcarra, que fue elegido candidato a la vicepresidencia solo porque, según Carlos Bruce, había demasiados capitalinos de tez clara entre la plana mayor de Peruanos Por el Cambio, y que hasta hace unos días quería irse a su casa un año antes de que culminara el mandato presidencial, de pronto es nuestra nueva encarnación de Hugo Chávez. Sí, el mismo Vizcarra al que acusan de connivencia con intereses empresariales en el proyecto Chincheros y que es parte del Grupo de Lima, formado para intentar poner fin a la dictadura chavista (no, no esa, la de verdad), sería ahora él mismo un “dictador chavista”.

A propósito, le pregunté a un amigo venezolano que reside en el Perú qué se siente volver a vivir bajo una dictadura chavista. Por toda respuesta, soltó una sonora carcajada.