No uno, sino muchos martillos: ¿podemos consolidar una estrategia efectiva contra la pandemia en países que no son de primer mundo?

03/06/2020

Por Jesús Vidalón

Esperar a que gran parte de la población se contagie para generar inmunidad de rebaño no es una alternativa para países como el nuestro. Y estamos en una situación crítica porque los beneficios del martillo parecen haberse agotado. La pobreza y la informalidad se han atrincherado y aún no nos permiten entrar al baile.

Necesitamos abatir la demanda por oxígeno y camas UCI de todas las formas posibles.  Una potente comunicación y un trabajo sistemático y con responsabilidades distribuidas, en cada uno de los puntos críticos de la cadena, pueden contribuir a reducir la inevitable pérdida de vidas.

 

Comunicación para abatir la demanda

El déficit de oferta es característico de las crisis en los servicios públicos. El efecto inmediato es el racionamiento, difícil de aceptar para el caso de servicios de salud.

En una crisis energética, mientras se instala nuevas centrales de generación es efectivo desarrollar programas de ahorro de energía cuyo principal componente es comunicacional. Se explica a los usuarios, por ejemplo, que usar una plancha equivale a prender 10 focos, y que ahorrarán dinero al reducir su uso en horas punta.

En una crisis de abastecimiento de agua, las campañas comunicacionales no bastan.  Los usuarios ahorran menos y no valoran el efecto protector del agua potable contra las enfermedades. Por ello, se requiere desarrollar programas de educación sanitaria.

La realidad es que se valora muy poco la prevención. Por ello, la mayoría de los ciudadanos no está dispuesta a pagar un seguro vehicular o de salud. Menos a perder el ingreso que asegura la alimentación de su familia para solo reducir sus posibilidades de contagio.

Sin embargo, con un adecuado programa de sensibilización, sí podría asimilar que tipo de mascarilla debe usar, o a quien recurrir si repentinamente hace fiebre, o si debe o no cubrirse los ojos al salir a trabajar…

Y la evidencia muestra que, en situaciones como esta, las personas son receptivas cuando quien transmite la información es alguien en quien confían, generalmente una persona de su trabajo o su propia comunidad, debidamente preparada.

Las campañas en medios, adecuadamente diseñadas y los programas de información a hogares usando mecanismos comunitarios nos pueden ayudar.

 

Muchos martillos

El Gobierno debe hacer su parte generando y transmitiendo información completa y mensajes claros y adaptados a cada nueva circunstancia. También debe continuar fortaleciendo la atención primaria e incrementando en lo posible la oferta de servicios críticos.

Pero no podemos responder a la complejidad del problema solo con las autoridades, ni depender de ellas y sus eventuales limitaciones. Es la reactivación del tejido institucional, comunitario, gremial y corporativo la que permitirá que a todo nivel haya alguien “que de la voz” para que, sabiendo cómo, donde y cuando, golpeemos todos al mismo tiempo.

Cada gerente y cada líder comunitario o gremial tiene un martillo y la posibilidad de alinear los golpes de los martillos de muchos ciudadanos: trabajadores, vecinos, padres o madres de familia. Para ello se debe lograr que estén informados, motivados y empoderados.

 

Puntos críticos

Necesitamos martillazos distribuidos y organizados en todos los puntos críticos. Estos ya están identificados. El primero es la mente de cada ciudadano y ya hemos sugerido como atacarlo. Señalamos algunos otros, con breves recomendaciones:

– Las vías respiratorias de cada ciudadano. Cada líder debe asegurar que las personas en su ámbito de influencia usen mascarillas adecuadas. El Gobierno debe aclarar qué tipos de mascarilla protegen del contagio o lo evitan, y precisar que su uso es obligatorio en todo momento y en toda circunstancia, excepto tal vez en el domicilio, si no hay personas de riesgo. E implantar un sistema de distribución masiva en estratos de menores ingresos.

– Los medios de transporte masivo. Esto está en manos de los empleadores. Son muy pocos los casos, como plantas de producción u obras, en los que no se puede limitar a menos de la mitad del personal la obligatoriedad de asistencia a los centros de labores, inclusive sin cuarentena. Y aún para estos casos hay alternativas, como la permanencia por varios días en el centro de trabajo, que reduce la demanda de transporte y los riesgos de contagio.

– Los mercados o centros comerciales. Las autoridades locales y líderes vecinales deben promover y ayudar a organizar los mercados y también las ferias itinerantes. Nadie debería molestarse teniendo en cuenta las circunstancias, por tener una vez cada quince días a comerciantes ofertando sus productos, guardando distancia social y protegidos adecuadamente, en determinado parque o avenida.

– Los domicilios. Se requiere diseñar cuarentenas inteligentes y focalizadas. Pero, además, ¿qué debe hacer una persona si empieza a tener síntomas? ¿Puede o debe tomar antigripales o analgésicos de venta libre? ¿Y si tiene alguna condición previa? Ya hay cierto nivel de evidencia para orientar sobre esto. Y se debe masificar la atención médica telefónica o virtual, así como los programas a domicilio que aún a nivel piloto desarrolla el MINSA.

Hay un amplio espectro de posibilidades para abordar problemas públicos.  Este va desde el ejercicio autoritario del gobierno, hasta la solución de los problemas comunes sin intervención del gobierno. La pandemia nos desborda y demanda un justo medio… un nivel adecuado de gobernanza.  Parte de la solución está en manos de cada líder. Y tenemos cientos de miles de lideres.