Luchar contra la pobreza, atacando las vulnerabilidades

10/05/2023

Por Patricia Balbuena P.

El último informe del Banco Mundial “Resurgir fortalecidos. Evaluación de pobreza y equidad en el Perú” nos recuerda las siguientes cifras oficiales; que la tasa de pobreza nacional se incrementó a 30.1 por ciento, un nivel que no se había visto desde 2010, y la pobreza extrema alcanzó 5.1 por ciento en 2020, comparable con la tasa de 2013. La magnitud de la pérdida de bienestar durante la crisis reveló la fragilidad de las mejoras sociales alcanzadas en las dos décadas anteriores.

No obstante, hay que destacar dos temas relevantes: Primero, a fines de 2021 la economía se había recuperado, pero la pobreza y la pobreza extrema mantuvieron los niveles de 2012 y 2015, respectivamente. Es decir, la pandemia debilitó lo avanzado en materia social, pero los esfuerzos para recuperar lo avanzado, no se resuelven solo con el crecimiento económico; sino con el desarrollo de intervenciones que trasciendan la pobreza monetaria y se centren en generar capacidades productivas de los que son más pobres y con menos activos para enfrentar pandemias, fenómenos del niño, entre otras crisis.

En segundo lugar, la pobreza ahora se concentra en las zonas urbanas. Este informe nos señala que, en el 2019, el 56.7 por ciento de la población en situación de pobreza residía en áreas urbanas y con la pandemia, esta proporción se elevó al 68.7 por ciento en 2021.  Hasta ahora, la propuesta más directa para enfrentar la pobreza en zonas urbanas ha sido la de “Trabaja Perú”, del Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo, que a través de las municipalidades generaba empleos temporales, principalmente a mujeres jefas de hogar. Por otro lado, el MIDIS ha mantenido su oferta en lo rural y ha ampliado su soporte a las ollas populares a través de Qali Warma; sin embargo, esto sigue siendo gestionado como intervención temporal, sin decidirse a diseñar e implementar un programa dedicado a atacar la pobreza urbana, y el principal problema de la crisis de seguridad alimentaria y el hambre que estamos viviendo.

La actualización de la Política Nacional de Desarrollo e Inclusión Social al 2030 es un paso relevante, pero si no tiene nuevos programas o rediseña los que ya existen, difícilmente, esta política , por sí sola, puede reducir puntos de pobreza. El problema público está claro, falta claridad en su instrumentalización.

¿Qué medidas se pueden recomendar de manera urgente?

  • Recuperar la capacidad y liderazgo del MEF para diseñar o potenciar, junto a los sectores y los Gobiernos regionales, intervenciones potentes y de impacto nacional, guiadas por la nueva política. Asimismo, se debe considerar que las cifras de pobreza no permiten pilotos, por ello, los criterios de focalización y cobertura deben adecuarse al rostro de la pobreza urbana; y también que, ya existen cuadros técnicos y experiencias, como la de haber reducido la desnutrición crónica en el país, en aproximadamente 20 puntos en un esfuerzo sostenido por años, que demuestran que es posible lograrlo.

 

  • El Consejo Interministerial de Asuntos Sociales debe ser puesto en funcionamiento como espacio de articulación y coordinación, en base a metas al 2026; además se necesita de instrumentos revisados y reorganizados, como los programas presupuestales, pero con más dientes para darle rapidez y capacidades a los gobiernos regionales y locales, para que así lideren, en sus respectivas zonas de intervención, acciones para enfrentar el “Problema Público”, señalado en la política del MIDIS: Exclusión social que genera pobreza a lo largo del ciclo de vida de las personas.