Los otros
08/02/2020
“El infierno, son los otros.”
Jean Paul Sartre, A puerta cerrada.
Las elecciones del 26 de enero han generado asombro en propios y extraños. Tanto el resultado electoral, como la distribución de las bancadas, han resaltado expresiones como fragmentación, balcanización y dispersión. Asimismo, el hecho de utilizar la valla electoral como aduana para tener presencia en el Congreso, excluye a varias fuerzas políticas que no obtuvieron el 5% de la votación nacional, pero que no por ello son menos representativas.
La sorpresa en la opinión pública se vio acrecentada por el hecho de que las encuestas no habrían anticipado con claridad la irrupción de, por lo menos, tres grupos políticos en la intención de voto del elector. Más bien, los análisis previos, en su mayoría, privilegiaron la supuesta hegemonía de Acción Popular de forma acrítica, junto a las sorpresas que iba deparando el Partido Morado, que por primera vez se presentaba a las elecciones. Por si fuera poco, a algunos candidatos se les observó con la lupa del oprobio, pero a la inmensa mayoría ni si quiera se les escaneó con el pétalo de una flor.
Mientras algunos electores buscaban información para saber por quién votar, los medios concentraban su mirada en episodios anecdóticos y olvidaban lo que sucedía al interior del país. Por su parte, el Jurado Nacional Electoral parecía un distraído árbitro, más ocupado en saber si se podían o no aplicar las reglas de juego, que una institución promotora de la democracia. Muchos candidatos fueron excluidos de participar por minucias administrativas. Sorprendentemente, otros fueron autorizados a hacerlo, aun cuando se ciernen sobre ellos acusaciones o sentencias de violencia, estafa, difamación y crimen que no fueron debidamente consignadas ni por el poder judicial, ni por ellos mismos en sus hojas de vida.
Si bien es cierto que en el Parlamento disuelto había 12 bancadas y una facción de no agrupados, el nuevo escenario político será radicalmente distinto. Con nueve bancadas, entre las cuales destacan las de Podemos, UPP y el FREPAP, como principales sorpresas electorales, la construcción de consensos será una ardua tarea para el ejecutivo y para el conjunto de los partidos.
La razón por la cual la sorpresa se instaló en estas elecciones tiene que ver con la dificultad de integrar a una multitud de actores, voluntades y sensibilidades nacionales que la mayor parte del tiempo se invisibilizan. Ninguneados por los intérpretes del presente y los cronistas bienpensantes de la prensa audiovisual y escrita, “los otros” no existen. Así, una sociedad puede estar dividida, y vivir de serlo, como decía Fernand Braudel, por mucho tiempo. La imposibilidad intrínseca de entender, de escuchar y de integrar a “los otros” deja de ser un tema puramente coyuntural. Unas elecciones extraordinarias, en medio de una profunda crisis política, son el revelador, no tanto de una fragmentación política, sino de un malestar mayor, de la incapacidad de ponernos de acuerdo, de reconocernos como iguales, ciudadanos de un mismo destino nacional.
Por ello, la elección extraordinaria que completa el período para el Congreso hasta el 2021, nos coloca ante la disyuntiva del reconocimiento político de nuestra diversidad. Sabemos lo difícil que en el Perú es lograr consensos, a veces mínimos. Pero más difícil es reconocer la existencia de los otros, con su cortejo de problemas, identidades, aspiraciones e historias diversas. Es fácil ensalzar una diversidad aséptica, y más bien folclórica, pero es difícil reconocer a los otros en su radical diferencia, en su intrínseca disparidad, en su lucha por la igualdad.
El reto del vivir juntos sigue siendo en el Perú una asignatura pendiente. Ese vivir juntos que permite vislumbrar la igualdad entre aquellos que conforman un mismo cuerpo social que se estructura políticamente en el Congreso. Existen pocos espacios simbólicamente confinados como el Parlamento que reunirá a estas nueve bancadas, en donde cada uno deberá coexistir y trabajar con los otros, los sectores del ejecutivo y el Presidente. Todo, con el loable objetivo de sacar adelante las reformas necesarias. ¿Se podrá? El juego de alteridades a veces puede ser infinito, con franquicias o sin ellas, con base étnica o religiosa, con dinero o sin dinero.
La representación política nunca es un espejo que refleja de manera cabal ni la diferenciación, ni la integración social. Siempre son construcciones asociadas a la ingeniería electoral y a su objetivo último: diseñar mayorías. Pero a veces también emergen figuras espectrales, sombras y caricaturas que pueden degradarse rápidamente, como demonios saltarines, que van y vienen desde nuestra historia, provenientes de alguna imaginativa mente que nos recuerda al oído que, en el Perú, demasiadas veces, el infierno son los otros.