Los nuevos años 20 y la sociedad efectiva y compasiva

03/07/2020

Por Jesús Vidalón

Oliver Stuenkel ha dicho que la crisis económica generada por el coronavirus podría ser la peor que América Latina ha tenido en su historia.  Y Julio Velarde, que el Perú sufrirá la más grande caída en la producción de los últimos 100 años.

Tal vez aún no somos totalmente conscientes de ello. Pero salir de esta situación demandará un esfuerzo nacional, sin precedentes en nuestra vida republicana.

El “New Deal” de Roosevelt puede ser una referencia. Pero necesitaremos más que eso.  Nuestro punto de partida en inequidad y pobreza y el riesgo político-social inherente, demandan del Gobierno, las empresas y la sociedad civil una acción conjunta, un alto nivel de efectividad y mucha solidaridad.

Solo si logramos generar desarrollo económico y humano sostenible de manera acelerada, y protegiendo eficazmente en el tránsito a los desvalidos, podremos hacer de la década de los 20 un periodo de estabilidad política y esperanza.

 

El “New Deal”

“Te comprometo y me comprometo a un nuevo acuerdo…” dijo Franklin Roosevelt al ofrecer a la población estadounidense una salida a la Gran Depresión, en su discurso de aceptación de la candidatura presidencial demócrata, en 1932.

Luego ganó las elecciones y puso en marcha el “New Deal” desde el inicio de su mandato, en marzo de 1933.

En los primeros 100 días, plazo que desde entonces es un referente para toda gestión gubernamental, adoptó un gran paquete de medidas de asistencia social, recuperación y reforma que empezó con programas de trabajo temporal en proyectos de construcción y en bosques nacionales que lograron emplear a más de dos millones de personas.

El “New Deal” incluyó también reformas estructurales como las del sistema bancario y monetario, la agricultura y la actividad industrial (fiel competencia, libertad sindical y reconocimiento del consumidor).

Respecto a la protección social, Roosevelt entregó subvenciones de emergencia, pero además instituyó la jubilación para mayores de 65 años, el seguro contra el desempleo y ayuda diversa para personas con discapacidad.

El “New Deal” fue principalmente un programa de inversión y gasto públicos, aunque también se canalizaron recursos privados a grandes programas de vivienda y otros proyectos, con un esquema innovador de garantías del Estado.

Roosevelt recuperó los niveles de producción en aproximadamente 3 años, pero no los niveles de empleo, y tuvo que desactivar el impulso fiscal por el agotamiento de las reservas y el impacto en el déficit, restituyéndolo años después. La verdadera recuperación llegó, increíblemente, con la Segunda Guerra Mundial.

En el plano político-social tuvo significativos logros. Gracias a su liderazgo, y a través de lo que llamó una revolución pacífica aseguró la estabilidad social que el país requería para salir gradualmente de la crisis.

 

Lecciones de USA-29 para Perú-20

Roosevelt recibió un país en grave crisis (caída del 25.3% del PBI entre 1929 y 1932, desempleo del 25%) pero con gran cantidad de reservas.  Una situación parecida a la del Perú de hoy.

Y las medidas tienen bastante relación, aunque también diferencias. El impulso al empleo, por ejemplo, en USA-29 fue más directo y a mayor escala que en Perú-20. Y el esquema de protección social en USA 29 fue más allá de las subvenciones.

El hecho es que el impulso fiscal no prendió el motor de la economía y ésta retrocedió nuevamente cuando aquél se detuvo, en parte porque en realidad no hubo pacto sino solo intervención gubernamental y las reformas orientadas a aumentar la inversión y los negocios no fueron suficientes.

Esto nos deja lecciones.  La reactivación no puede depender solo del impulso fiscal y tiene como condición básica la estabilidad política y social.

 

Sociedad Efectiva y Compasiva

Con 27 de cada 100 hogares bajo la línea de pobreza y un equilibrio político social inestable, el Perú no puede fallar en la reactivación. Debe aplicar el aprendizaje.

Por un lado, el gobierno debe ser efectivo en la creación de empleo, el impulso fiscal y la protección social, y a la vez, debe generar el espacio y las condiciones para la iniciativa y la inversión empresarial eficiente y responsable, en todos los sectores. Y, por otro, el Gobierno, la empresa y la sociedad civil deben sellar un pacto por la reivindicación de la condición humana.

Esto implica comprometerse a erradicar la extrema pobreza; a asegurar el acceso universal a servicios de salud, educación y saneamiento de calidad; y a generar oportunidades de empleo o emprendimiento para todos.

Pero, en términos específicos, significa comprometerse a contribuir a que los peruanos más desfavorecidos recuperen su dignidad.

A que el indigente, el enfermo de VIH, la madre pobre y con hijos enfermos, el poblador amazónico desnutrido, el interno de un centro penitenciario, sientan por primera vez que el Perú no es más una entelequia o una camiseta.

Sientan que, con el esfuerzo de todos, empieza a ser una sociedad efectiva y compasiva…  Ese es el pacto que necesitamos.