Los desafíos del nuevo paradigma
04/11/2019
Por Rubén Cano
El cambio de paradigma es global y ya empezó hace varios años, producto de la amplificación del desarrollo tecnológico, el uso del big data, el machine learning, entre otros factores. Los efectos son claros: saturación de información, hipertransparencia, orientación al usuario, aceleración del cambio, exigencia de autenticidad, individualización de la demanda, hipersegmentación de la oferta, mayor involucramiento y regulación del consumidor además del ascenso de valores vinculados al propósito de las organizaciones, la condición humana, la economía colaborativa, la priorización de la sostenibilidad y el impacto en nuestra propia sobrevivencia en el planeta. Se trata de una nueva forma de ver el mundo.
Ante este escenario, la economía de la atención tiene el reto de captar a públicos saturados, gestionar el exceso de información, desaprender el formato enciclopédico y reconocer las nuevas habilidades del entorno de infoxicación. Se trata de entender los cambios de los públicos en su entorno global, de estar atentos a las tendencias, a la innovación, que es la palanca de la atención y que sin embargo es efímera. Por ello, la innovación, la estrategia y la planificación del valor a largo plazo son piezas fundamentales en la gestión de comunicación.
Bajo el viejo paradigma, por ejemplo, ¿a quién se le hubiera ocurrido pensar en invertir en una propuesta que planteaba el uso de scooters en Lima para el transporte público? Recuerdo la negación de muchos acerca de los resultados mágicos del Waze frente al tráfico limeño, que ahora todos saben, responde al desarrollo de algoritmos que se alimentan del cada vez mayor número de usuarios con los que cuenta esta aplicación. Uno de mis alumnos en el pregrado, por ejemplo, tuvo como idea innovadora evitar la inseguridad del cambio callejero de dólares y, a la vez, mejorar los precios del tipo de cambio de los bancos con la aplicación Kambista. A nadie tampoco se le ocurrió capitalizar el coworking como modelo de negocio o el uso del WhatsApp como herramienta fundamental para la vida diaria.
Frente a este nuevo contexto entonces se requieren nuevos desafíos, tanto para el público como para el privado. Se requiere, por un lado, el convencimiento de que la construcción de propósito en las organizaciones sí asegura la sostenibilidad de ellas y que no está para nada alejado de los objetivos financieros. Según el artículo 181 Top CEOs Have Realized Companies Need a Purpose Beyond Profit de Harvard Business Review (HBR), “las empresas con altos niveles de propósito superan al mercado en un 5% –7% por año, a la par de las empresas con el mejor gobierno corporativo y con capacidades innovadoras. (Además) también crecen más rápido y tienen una mayor rentabilidad”. En ese sentido, la comunicación, al ser la herramienta fundamental para la construcción del propósito para personas y organizaciones, se vuelve imprescindible.
En segundo lugar, también es necesaria una regulación adaptada a los desafíos que implican estas nuevas interacciones comerciales y sociales. El entorno cambia constantemente y el marco normativo no ha ido a la par del desarrollo emprendedor porque ni siquiera fue desarrollado completamente para el viejo paradigma. Es más, el neoliberalismo propugnaba una menor regulación y ello ha generado ahora una falta de legislación para normar estas interacciones que se vuelven más complejas con el desarrollo tecnológico. El modelo no previó esta situación porque se enfocó en garantizar más consumidores que ciudadanos, sobre la base de que el mercado se regularía solo. Es por ello prioritaria la labor en los asuntos públicos como elemento fundamental de cualquier estrategia organizacional que quiera adaptarse a este cambio cultural y lograr además un impacto positivo en el desarrollo del país.
En tercer lugar, y lo más importante: es necesario que la política se renueve y eso sólo se puede lograr con un cambio de modelo. Ya en mi segundo artículo en Propuesta País adelantaba la conclusión a la que volvemos a llegar ahora y, reitero, los CEO de las empresas más importantes del mundo, herederos y representantes del modelo neoliberal o los investigadores de Harvard, no responden a intereses o modelos chavistas, socialistas, rojos o terroristas. Debemos dejar el trauma de lado y entender que la ola ya llegó y nos está sobrepasando. La propuesta bien intencionada del Presidente Vizcarra de proponer la Reforma Política no es un recurso político per sé, es la consecuencia, el signo, la necesidad urgente del propio sistema y la realidad actual que gritan que no podemos avanzar si no nos adaptamos y viramos al nuevo paradigma.
Y reitero: no se trata de cambiar el modelo de un lado al otro del espectro ideológico. El propio espectro ideológico ha mutado. Ya no se trata de izquierda o derecha. Se debe elevar la valla. Hablamos de refundar un modelo que se adecúe a los nuevos tiempos, que eleve al país a un nivel superior y lo saque de la mediocridad en la que se encuentra, con debates y discursos de ínfimo nivel, que no priorizan los verdaderos problemas y cuellos de botella como la brecha de infraestructura, la informalidad, la falta de servicios públicos decentes, la salud, la educación, etc. Se trata del surgimiento de una nueva clase política, donde el Estado no solo recupere su rol protagónico en la orientación de las políticas públicas, sino que sea un componente esencial de un modelo de desarrollo democrático y social que se aplique más allá de dos o tres distritos de Lima, Arequipa o Trujillo.
No reconocer este contexto es, justamente, haberse quedado en el viejo paradigma. Inclusive, este propio artículo es la declaración clara de que la ola ya llegó y nos está sobrepasando. Debemos pensar en el valor a largo plazo, en garantizar la gobernabilidad del país y comenzar a construir nuestra nueva narrativa, con un nuevo modelo.