La reforma del Estado: lo prioritario y lo urgente

27/08/2019

Por Carlos Anderson

La crisis de la política—mediocre hasta en su narrativa, con actores enfrentados por nimiedades—ha despertado los ánimos de todos aquellos que—por razones, sobretodo, de carácter ideológico—buscan reemplazar la actual Constitución por una que “fortalezca el papel del Estado”.

Ciertamente la actual constitución requiere cambios—algunos urgentes y hasta prioritarios—como la reforma política y la reforma judicial, pero de allí a proponer una nueva Constitución como salida a la crisis de la política hay un salto cuántico y pone de manifiesto una lectura parcial (o parcializada) del problema.

La crisis política es consecuencia directa de la mediocridad de nuestros políticos. Cambia el sistema y si no elegimos mejor, continuará el actual estado de cosas. Un grado mayor de institucionalidad, partidos políticos realmente representativos, una más clara demarcación del ámbito de acción y responsabilidad de cada poder del Estado—todo esto ayudará, en el tiempo, pero no nos asegurará la presencia de verdaderos hombres de Estado al frente de los destinos del país. Para ello hará falta mucha paciencia, mucha educación cívica, y una nueva generación de peruanos comprometidos con el futuro del país.

Lo urgente e importante no va por ahí. Lo verdaderamente urgente e importante es repensar el Estado peruano, habitado por un millón y medio de personas cada vez más enredadas en un laberinto de normas que constituyen una rémora para el desarrollo del país.

«La crisis política es consecuencia directa de la mediocridad de nuestros políticos. Cambia el sistema y si no elegimos mejor, continuará el actual estado de cosas».

Repensar el Estado peruano—en sus tres niveles, nacional, regional y municipal—implica atreverse a pensar lo inimaginable, a buscar elementos de comparación sin prejuicios, con criterios de eficiencia. Preguntarse, por ejemplo, cuál debe ser el papel del MEF en el siglo XXI. ¿No sería más eficiente tener un Ministerio de Hacienda—dedicado, como el MEF actual—a velar por el buen uso de los dineros del Estado—y un Ministerio de las PYMES dedicado a convertirlas en PYMES inteligentes, de alta productividad, integradas al mundo, y generadoras de empleos formales con salarios eficientes y dignos? En este contexto, ¿cuál debería ser el papel del Ministerio de Trabajo y Produce?

O preguntarnos ¿qué hacer para que las “islas de excelencia” del BCR, la SBS, y el propio MEF, se conviertan en un continente de excelencia en todo el Estado peruano? ¿Revisar, cambiar, desaparecer de inmediato los contratos tipo CAS y las contrataciones “por terceros” que en la práctica constituyen una política de “selección adversa” que ahuyenta a los más capaces y preparados empobreciendo la calidad promedio del capital humano en el Estado?

Qué, exactamente, hace tan difícil o casi imposible contar con un verdadero Servicio Civil que evite el comportamiento nómada de decenas si no cientos de técnicos expertos en gestión pública cada vez qué hay cambio de ministros? ¿Cómo aprovechar el capital humano forjado a un gran costo en el sector defensa—cientos si no miles de oficiales de todas las ramas con maestrías y doctorados pagados en su inmensa mayoría con recursos de todos los peruanos—militares que a los 40 o 50 años migran al sector privado una vez que sus carreras alcanzan los límites impuestos por la estructura jerárquica típica de las instituciones castrenses?

¿Tiene sentido que una institución como la oficina del Primer Ministro (PCM) encargada de la coordinación de las políticas del gobierno y de actuar como principal representante político del ejecutivo, tenga bajo su responsabilidad un total de 19 instituciones tan variopintas como los bomberos, Ceplan, SERVIR, Devida, Concytec, etc., etc., etc. ¿Qué pasó con la idea de tener un Centro de Gobierno, conformado por Ceplan y el INEI, adscrito a la PCM y con Unidades de Seguimiento (Delivery Units) con mandatos claros e institucionalizados?

En fin, lo prioritario y urgente es comenzar a preguntarnos cómo diseñamos un Estado moderno, capaz de impulsar el crecimiento y el desarrollo en el mundo globalizado y ultra competitivo del Siglo XXI. Sin ideas que valgan la pena cualquier cambio en la constitución actual o incluso una nueva constitución serán letra muerta en la búsqueda del progreso y el bienestar