La oportunidad en gestión pública al cierre e inicio de un año fiscal

26/12/2019

Por Vlado Castañeda

Al final de un año fiscal lo primero que sale a la vista es la brecha de ejecución (por ineficacia o ineficiencia) y la principal consecuencia es que se debe cubrir la brecha en lo sucesivo y, en segundo término, programar el nuevo ejercicio fiscal de la gestión, siendo la preocupación el buen inicio de la gestión pública.

Para atender el cierre del año fiscal debemos analizar lo que ha sido la ejecución a partir del aprendizaje generado del control de gestión (a través de un sistema de información, seguimiento, monitoreo y evaluación así como de gestión de conocimiento) y de las actividades/ocurrencias obtenidas de la dirección de las intervenciones (a nivel de directivo, funcionario e inclusive las autoridades), lo cual nos debe proporcionar elementos de interés para la toma de decisiones a nivel de los objetivos organizacionales, de la entrega de servicios públicos y del funcionamiento.

De allí es que podemos pasar al inicio de un nuevo ejercicio fiscal, para lo cual debemos concentrarnos en planificar-organizar-dirigir-controlar; de tal forma que la apuesta esté asociada a tener un sistema de gestión integrada, armónica, homogénea y sistémica.

Es en esta parte del año (finales de diciembre) que las entidades públicas deben aprovechar para realizar un pensamiento estratégico a nivel de alta dirección a fin de que el nuevo PLANEAMIENTO permita corregir la trayectoria de gestión que conlleve una mejora en la ejecución de las metas tanto físicas como financieras, en procura que los servicios públicos sean bien asignados, distribuidos, consumidos y usados por los ciudadanos (pensando principalmente en la eficacia de la gestión).

Para que lo antes descrito sea factible y realizable se debe ORGANIZAR las capacidades y recursos institucionales a disposición y ver las posibilidades de apalancarlas en la acción conjunta del Estado; para poder hacer más en la labor desde cada entidad pública y propiciar con ello un mayor nivel de eficiencia y productividad, haciendo un uso óptimo de los recursos y aumentando la fluidez en la gestión de los procesos.

Ello deberá ser acompañado con el aumento de las capacidades de DIRECCIÓN poniendo énfasis en las habilidades y destrezas gerenciales que exijan los nuevos retos de la gestión institucional, lo cual no debe significar siempre prescindir de personal con experiencia y/o especialización en la acción pública de las entidades públicas (rotación inadecuada), sino más bien acompañar de la capacitación y asistencia técnica dirigida para afrontar los desafíos con el máximo aprovechamiento de las potencialidades institucionales y principalmente del recursos humano a disposición.

En ese espíritu reflexivo de la acción pública no se debe prescindir del CONTROL de gestión, sabiendo -desde un enfoque global de evaluación- que se puede tener cuenta: la supervisión, la inspección, la auditoría, el control de riesgos, el seguimiento, el monitoreo y la evaluación (en cualquiera de sus tipos como lo referido a diseño, implementación, resultados, impactos, entre otros).

Cada vez más el CONTROL de gestión toma relevancia para conjugar el esfuerzo entre el cierre y el inicio de gestión de dos años fiscales continuos, pero el efecto pernicioso en este caso es que, al no tomarlo en cuenta, se genera una inercia que permite desaprovechar dos aspectos que no se recuperan nunca, uno es el tiempo y otro los recursos.

Por ello una mirada integral del sistema de gestión pública consiste en alinear la planificación, organización, dirección y control en una respuesta que se ajuste a las necesidades de destinatarios de los servicios públicos en la atención de sus problemas públicos considerando el máximo beneficio de la sociedad.

Por todo lo expuesto, el cierre e inicio del año fiscal (como el que estamos experimentando) no tiene que ser un momento sin trascendencia para la mejora del país, sino deben ser vitales y configurar una OPORTUNIDAD para mejorar la actuación de todas las entidades en procura de poner por delante la calidad de vida del ciudadano.