La cuestión social

23/08/2019

Por: Morgan Quero

“La política te pone en contacto lentamente -y a veces de forma abrupta- con aquellos por los que estás en ella y con el país que quieres construir junto a los demás.”

Michael Ignatieff, Fuego y cenizas.

La cuestión social en el Perú de hoy, es la cuestión política. La expresión viene de lejos. Se utilizó para ejemplificar los problemas sociales generados por los procesos de industrialización, urbanización y pauperización durante el siglo XIX; especialmente en Europa. Su extensión y difusión en América Latina como concepto, se arraiga en el estudio y la comprensión de la desigualdad económica y social como un hecho histórico, asociado a nuestra condición de países colonizados.
Muy rápidamente en el siglo XIX, la cuestión social se convirtió en una expresión para identificar las demandas de los trabajadores en materia de trabajo, vivienda, acceso a la salud, a la educación y a la jubilación, etc. Son los consabidos derechos sociales y económicos particularmente importantes después de la segunda guerra mundial. La cuestión social se convirtió en un poderoso factor de cambio institucional, al ser una de las causas por las que se constituyó el primer esbozo del Estado del bienestar. El modelo económico de dicho Estado, está asociado con el capitalismo y el mercado, pero constriñe a los ciudadanos con impuestos altos y regulaciones fuertes orientadas por el interés nacional o interés público.
Sin duda, la cuestión social, desde una perspectiva histórica en Occidente, fue el factor clave para construir un modelo de desarrollo económico, pero también un modelo político, basado en el reconocimiento de la ciudadanía a través de la democracia. Los regímenes democráticos de Europa y Estados Unidos se afianzaron a medida que fueron capaces de integrar las demandas de una ciudadanía crítica y participativa, ávida de reconocimiento.

«La inestabilidad política generada por la crisis de corrupción más grande de la historia del continente, podría ser la gran oportunidad para buscar alternativas a un modelo de desarrollo».

Desde esa perspectiva podemos preguntarnos si acaso en el Perú de hoy no estamos viendo la cuestión social como un factor periférico y prescindible ante la crisis política que aparecería como central. Al hacerlo, regresamos a la discusión sobre la importancia del crecimiento económico, los riesgos del modelo a la hora de verificar las inversiones que zozobran, como en Tía María y perdemos de vista el fondo de la cuestión. ¿No es acaso más útil preguntarnos si el modelo en el que hemos desarrollado nuestras relaciones está agotado y si es posible pensar las cosas de otro modo?
A veces, pareciera que los conflictos sociales son atribuibles a un problema de gestión del gobierno, a su incapacidad recurrente. Un déficit de gobernabilidad que se puede arreglar con un acta y dos acuerdos. Un asunto técnico. Un movimiento táctico en el campo de los gerentes y expertos. Y mientras tanto, seguir con las inversiones, el empleo precario, los proyectos de infraestructura y la ejecución presupuestal, sin cuestionarnos sus alcances y limitaciones.
Esta crisis política que vivimos tiene la virtud de hacernos pensar y buscar alternativas diferentes. No se trata sólo de la reforma política o judicial. Ni de la necesidad de luchar frontalmente contra la corrupción. Si no de pensar las cosas de otro modo, con amplitud de miras. Las demandas sociales son muy altas y el crecimiento, aunque importante y clave, no alcanza. La presión de una sociedad en ebullición se vuelve política y el consabido manejo de crisis se agota. Los riesgos son enormes cuando sabemos que la cuestión social se define en torno al 73% de la población que no está debidamente empleada, a la gran cantidad de jóvenes que no estudian ni trabajan (los Ninis) y, por supuesto, a la desaprobación de la clase política en su conjunto y los poderes del estado. No hay población urbana o rural en el Perú de nuestros días, que no exprese con desencanto y a veces con desesperación, demandas postergadas que se cristalizan en la cuestión social. Y en materia de infraestrucutra la demanda por servicios básicos de saneamiento, vialidad, transporte, educación y seguridad es un clamor.
Enfrentar la crisis política del presente implica buscar soluciones legislativas y constitucionales oportunas y audaces frente al entrampamiento que atravezamos. Pero no sólo eso. Si no somos capaces de interpretar este momento como un espacio más amplio de discusión y propuestas sobre el rol del Estado y las políticas públicas, así como la posibilidad de discutir sobre el país que queremos con libertad e imaginación, habremos perdido una gran oportunidad.
La inestabilidad política generada por la crisis de corrupción más grande de la historia del continente, podría ser la gran oportunidad para buscar alternativas a un modelo de desarrollo que pide cambios considerables para volver a afirmar que queremos vivir juntos.