Juego de coaliciones
15/02/2020
La elección congresal extraordinaria 2020 terminó. El Congreso entrará en operación en marzo. Ya se ha especulado sobre la conformación de la mesa directiva y las comisiones, se ha hablado de la revisión de decretos de urgencia, de la intención del Poder Ejecutivo para establecer la agenda para culminar la reforma política y de justicia. Incluso se puede esperar alguna norma económica o laboral populista y con suerte, el consenso para la elección de miembros del Tribunal Constitucional. Con eso estamos bien servidos.
El humor popular es ácido. ¿Valió la pena? Queremos creer que sí. Porque en el Congreso un partido concentraba el poder. Y no era cualquier partido. Entonces, la realidad política imponía su disolución para viabilizar el gobierno y asegurar la democracia y la lucha contra la corrupción. Al menos esa era la intención para lo primero. Si ello falla, debemos procurar lo último. Aun en ese caso, las sumas y restas dan saldo positivo.
Pero hay otros mensajes en los resultados de la elección extraordinaria de 2020. Y son clave porque nos adelantan algunas consideraciones para la elección del 2021. Y para entender esos mensajes, primero hay que considerar las reglas de juego.
En primer lugar, la aplicación de la valla electoral. Es decir, la posibilidad de que los partidos pierdan su inscripción. Esto es relevante porque si bien los partidos políticos ahora sólo necesitarán 24,800 afiliados para inscribirse, requerirán también de comités partidarios constituidos por no menos de 50 ciudadanos, en no menos de 4/5 de los departamentos y 1/3 de las provincias del país. La logística es importante. Entonces, los resultados de la elección en 2020 son un preámbulo para lo que viene. Porque habrá que considerar las fuerzas y las opciones para elaborar coaliciones.
De otro lado, la elección de 2021 es general. Elegiremos presidente y un nuevo Congreso. Entonces, los apetitos políticos operarán como limitantes de alianzas. Porque esta elección ha desconcentrado el poder y lo ha hecho parecer más accesible. Por tanto, cada partido tiene el incentivo de presentar su lista, porque las coaliciones restan oportunidades. Salvo, eso sí, que puedan encontrarse complementariedades: geográficas e incluso de poder. Veremos esto más adelante.
Finalmente, la elección es un proceso en dos tiempos. Lo importante es pasar a segunda vuelta. Para eso, cada partido deberá analizar sus posibilidades como jugador solitario y considerar las opciones de una coalición. Valdrá la pena únicamente si la unión de partidos evita canibalizar votos y permite mantener algunas ventajas en las listas del Congreso y la plataforma política.
Teniendo en consideración estas reglas de juego podemos empezar a elucubrar algunos escenarios.
¿Puede pasar el General a segunda vuelta?
El general Urresti está extasiado por el resultado. Razones no le faltan. Es la segunda organización política con más votos (1,240,260). Probablemente, todos suyos. Pero, ¿es suficiente? Definitivamente no. Más aun si se considera que su voto es básicamente limeño (834,790) y si se considera que García, Humala, Fujimori y PPK pasaron a segunda vuelta en 2001, 2006, 2011 y 2016 con 2,732,857; 2,985,858; 3,449,595 y 3,228,661 votos, respectivamente. Entonces es claro que hay tarea pendiente.
Pero el general tiene suerte. Porque representa al populismo. Al líder fuerte, autoritario, popular, casi mesiánico. Quiere orden, seguridad, más Estado, chamba para los peruanos. Es irónico que quiera representar el anti-fujimorismo cuando podría haber sido un mejor Tubino. Entonces, si el general es inteligente (y lo es), podrá buscar coaliciones con quien pueda complementarlo en provincia. ¿APP? ¿Somos Perú? No. No son complementarios. Compiten.
Tiene que ser el FREPAP. Porque le darían el voto provinciano y popular que necesita. Los tiene que convencer de que no podrán poner un Presidente, salvo él. Son complementarios. Están alineados sus intereses. No pelean en las listas congresales en los mismos sitios. Sus ideales no colisionan. Si el general hace de Alberto, puede haber una nueva alianza populista con los pescaditos.
Y lo que es “peor”. Si el general sacrifica un poco de caja fiscal puede sumar a los fonavistas. Ellos pueden dejar fuera sus aspiraciones congresales por eso. Porque nunca logran representantes, aunque quedan fuera por muy poco. Son medio millón de votos más. Lo “único” que tiene que ofrecer es la devolución del Fonavi y ¡zas! Suma los 1,238,863 votos del FREPAP y los 543,857 de Democracia Directa. Obtiene 3,022,980 votos para su pase directo a segunda vuelta. Entonces representará el voto radical y pragmático. Lo opuesto a quien hoy gobierna. Y ya sabemos qué puede pasar.
¿El moradito está perdido?
Si no sale corriendo, no. Tiene esperanza. Nuevamente, tiene que buscar complementariedad. El centro derecha es claro. Y puede descartarse alianzas con Acción Popular o Alianza para el Progreso. Porque es improbable que estos se alíen con otras fuerzas. Entonces estos partidos se quedarían con sus aproximadamente 1,517,221 y 1,176,724 votos, respectivamente. Acuña es un candidato frágil que probablemente no generará trasvase. Mientras que Acción Popular seguramente decantará por un candidato blanco de Lima sin arraigo en el sur o la sierra.
¿Entonces? ¿Qué puede hacer Guzmán? Pues debe sumar a Somos Perú y el PPC. Porque Somos Perú obtiene votos (congresistas) en Lima y provincia. Hay un grado de complementariedad. Los morados son de la Lima pituca y Somos Perú es más criollo-popular. Además, es claro que Somos Peru no podrá poner un presidente. Entonces, con todos sus problemas, Guzmán sigue siendo una mejor opción. Puede resultar atractiva una alianza. Y mejor aún si consideran al primo con roche: el PPC. Porque estos no pasarán la valla y necesita ayuda. Entonces, a los 1,095,052 votos morados pueden sumarse los 895,288 votos de Somos Perú y los 589,870 del PPC. Dan 2,580,210 votos. Hay esperanza. Sólo tiene que ofrecer muchos ministerios y probablemente vicepresidencias. No pierde nada porque hoy ya está perdido. Aquí convencer a Somos Perú es clave. Ya unidos, el PPC se une solo.
¿Y la izquierda?
Como siempre, desunida va muerta. Porque los números no le dan. Tienen que reconocer que esto se trata de votos, no de jurisdicciones. Pueden tener varios “departamentos”, pero eso es ilusorio, porque la concentración de votos está en Lima y el norte. Entonces, deben optimizar.
Si se articulan el Frente Amplio (876,548), Verónika Mendoza (709,739) y logran posicionarse absorbiendo el voto de Antauro Humala (1,001,501), más los votos de Cerrón (502,520). Pues entonces, la izquierda vuelve a ser opción para segunda vuelta. Es cuestión de números.
¿Puede pasar? Muy difícil. Es un ejercicio teórico. Porque todos quieren cambio, pero ninguno quiere cambiar. La derecha dura siempre confía en la incapacidad de la izquierda para unirse. Alguna vez Francois Bourricaud les llamó (con razón) la “pequeña izquierda”.
¿Y Salvador?
¿O Nieto? ¿O Saavedra? ¿O cualquiera? Pues, desde el punto de vista de coaliciones, no suman, sino restan. Salvo que concentren el voto y convenzan a Guzmán, Acuña o Acción Popular que cedan su lugar. Porque de lo contrario canibalizan el voto. Como señalamos al comienzo de este artículo, es clave la complementariedad. Deben existir incentivos alineados para unirse: no competir en la lista del congreso (obtener votos en espacios geográficos distintos), tener una agenda política compatible, tener figuras representativas que no se opaquen/compitan y que quieran llevarse el mérito de un triunfo para la historia. Y eso no pasa con el progresismo o centro. Todos quieren ser presidentes.
Todas estas son elucubraciones aventuradas que tienen como único propósito mostrar que, en coaliciones, todo puede pasar cuando los incentivos se alinean. Queremos resaltar que, en toda estrategia, siempre debe considerarse las reglas de juego político. Porque los incentivos para pactar están ahí y los tomarán quienes sean más inteligentes y prácticos. Los consensos se forman sobre intereses. Tenemos que ser realistas y reconocer la naturaleza pragmática del ser humano. Entonces, para evitar sorpresas, nuestros líderes políticos y estrategas deben agarrar mapa, calculadora y empezar a sumar. Palabra clave: complementariedad.