Hijos de un extraño Dios

27/03/2020

Por: Morgan Quero

“Separados, estamos juntos.”

Stéphane Mallarmé,

El nenúfar blanco, 1887.

 

I. La ciencia del profeta

Ian Lipkin tiene COVID-19. En enero del 2020, Lipkin estuvo en China para investigar el origen del virus. Fue el consultor científico de la película “Contagio” estrenada en 2011, de Steven Soderbergh; incluso uno de los personajes lo encarna. Porque Lipkin es el Director del Centro de Infección e Inmunidad de la Universidad de Columbia en Nueva York. Después de la gripe A-H1N1 en 2009, se esperaba en los medios internacionales que un nuevo virus hiciera estragos en el planeta. Pero como lo advierte el argumento de “Contagio” con aún mayor letalidad que el COVID-19. A inicios del siglo XXI, se habían ido detectando señales de mutaciones virales entre animales silvestres que llegaban al ser humano a través de su peligrosa comercialización en los tradicionales mercados de abasto de las ultramodernas ciudades del centro de la China. La humanidad había sido notificada. Y Hollywood no había perdido el tiempo para graficar, desde la ficción cinematográfica, las futuras y presentes amenazas.

 

II. ¿Hacia un Estado nuevo?

El gobierno peruano ha reaccionado para contener la pandemia. A las dificultades de la gestión cotidiana desde el Estado se agrega ahora una situación extremadamente grave que impacta en todos los ámbitos de la vida nacional. Decisiones claras y rápidas como el estado de emergencia, el aislamiento y la inmovilización social obligatorias, así como un paquete de medidas económicas para contener la crisis, son parte de una etapa de reacción inicial positiva. Es importante resaltar la entrega de un bono de emergencia para que las familias más necesitadas, incluido un amplio sector de “trabajadores independientes”, puedan cobrar de manera rápida y simple un apoyo inédito en nuestra historia republicana.

De igual forma, es importante señalar el despliegue de las FFAA y la PNP para cumplir con sus nuevos roles de protección a la población ante la emergencia. Ya lo vimos con éxito en el 2017 y ahora en esta crisis del COVID-19. Pero es necesario plasmarlo de forma más clara en los documentos de política, leyes y reglamentos que identifiquen las nuevas amenazas y permitan un rápido y eficaz despliegue de las capacidades de nuestras FFAA.

Hoy, el Estado peruano en su conjunto, tiene un reto mayor; adecuarse a las nuevas condiciones de una pandemia que afecta la sobrevivencia de nuestra población en medio de carencias y desigualdades. Por ello, se trata de atender las formas en que desde el Estado se pueden articular esfuerzos, coordinar acciones, apoyar decisiones y acompañar estrategias que permitan canalizar con rapidez las soluciones que demanda este momento de crisis y cambio multidimensional. Los nuevos roles no son sólo para el caso de las fuerzas del orden. El gran desafío es innovar con criterio y sentido social la aplicación de las normas y reglamentos de acuerdo a la ley. Analizar los cambios urgentes que demanda la coyuntura crítica y adecuar los nuevos protocolos basados en una gobernanza más solidaria que promueva la generación de consensos con participación. Sólo así podremos ampliar la legitimidad de las decisiones y aportarles sostenibilidad, por más difíciles que éstas sean.

Como en otros países de Nuestra América, durante demasiado tiempo hemos vivido entre leyes que la gente ni aplica, ni entiende. Necesitamos iniciativas y liderazgos que ayuden a construir nuevos procesos que contribuyan a que la gente sienta y participe en el gobierno de sus propias vidas.

Por ello, reconocer que durante mucho tiempo hemos vivido en medio de una maraña normativa y una desconfianza generalizada que paraliza al Estado y contribuye a muy diversas formas de corrupción, puede ayudarnos a realizar las modificaciones necesarias y urgentes desde la creatividad y el generoso espíritu del servicio público. En estos momentos críticos, dichos cambios deben ser tarea prioritaria de nuestra administración pública con la participación de la sociedad civil, las empresas, la academia y, sobre todo, nuestros conciudadanos.

 

III. Razón de vivir

Pierre Legendre es un jurista y académico francés, autor, entre otros, de “La fábrica del hombre occidental”, un libro-documental poco conocido en nuestra región. Ya retirado de los claustros académicos, nos permitimos estas notas sobre un pensamiento que parece hoy, nuevamente, de actualidad.

Sostiene Legendre que vivimos en un mundo de sobreabundancia mal distribuida, administrado desde la lógica industrial y empresarial, imponiéndoselo a la naturaleza. Pero este gobierno de las cosas no nos dará nunca una razón de vivir. Según Legendre el ritmo industrial ha sido una forma de abolir la angustia, el absurdo y la tragedia; y que la ciencia, su gran aliada, nos ha prometido la inmortalidad.

Por el contrario, Legendre considera que es fundamental recuperar desde la palabra, el corazón como metáfora y no como objeto. Que desde el nacimiento el grito es ya una palabra que nos permite habitar el porqué y el abismo. Que toda sociedad no es sólo un amasijo de grupos o un torrente de individuos, sino el teatro donde se instala y se juega la razón de vivir. Es fundamental recuperar el sentido del mito e ir más allá de la economía, de la ciencia y de la tecnología para atender el gobierno de lo humano. Como dice el refrán “al buey por las astas y al hombre por la palabra”. Gracias a ésta podemos expresar el azoro ante el enigma del poder y su desmesura, para notificarnos que la sociedad nos rebasa.

Ahora es fundamental comprender que el estar juntos, más unidos que nunca como comunidad nacional, a pesar del distanciamiento social obligatorio, es un refrendo simbólico desde la palabra y la fuerza de las imágenes. Para recordarnos la naturaleza indisponible del origen y la posibilidad de entender la continuidad de la especie; aún más ante el acecho amenazante de la muerte.