Elecciones 2020: ¿Una correlación (no tan) diferente?

16/01/2020

Por Sergio Tejada

Luego de la disolución constitucional del Congreso de la República, una encuesta de Ipsos revelaba que el apoyo ciudadano a la medida alcanzaba el 85%, mientras que la popularidad del presidente de la República se disparaba hasta llegar al 79%. Sin duda, una enorme mayoría sentía rechazo por un parlamento que había protagonizado escándalos de corrupción, blindajes descarados y una obstrucción sistemática a la gestión del Ejecutivo. Además, el Presidente Vizcarra tuvo la habilidad política de trazar una frontera en la que el adversario, no solo suyo sino de los peruanos, era la mayoría parlamentaria.

La disolución del Congreso es una alternativa que proporciona la Constitución, no es un acto arbitrario, aunque algunos podrían señalar que requiere mayores precisiones para su ejecución o una ley de desarrollo constitucional. Sin embargo, la discusión ha quedado zanjada con la reciente sentencia del Tribunal Constitucional al respecto. Al margen de este debate, la decisión política fue audaz, pero no trazó un camino para el “día siguiente”. Es decir, la disolución, un acto que siempre remece a la democracia y debe aplicarse cuando se agotan todas las alternativas para salir de una crisis política, lleva implícita una promesa de un futuro mejor. ¿Pero qué significa en este contexto un futuro mejor y qué acciones se tomaron para construirlo?

Para una gran mayoría de la ciudadanía, el cierre despertó la esperanza en un nuevo Congreso con políticos decentes, coherentes, comprometidos con el país y alejados de los escándalos a los que nos ha acostumbrado la clase política. En términos partidarios, suponía una nueva correlación, en la que el fujimorismo deje de ser la primera mayoría y, con mayor optimismo, pase a tener una representación minoritaria o hasta insignificante, como de hecho su actuación en el corto periodo parlamentario 2016-2019 lo ameritaba. No hay duda de que este 26 de enero, el voto ciudadano va a expresar una nueva correlación de fuerzas en el Parlamento, pero muy probablemente este cambio no tenga la magnitud que se esperaba.

Frente a este escenario hay que recordar que las personas tenemos capacidad de intervenir en la realidad (“agencia”, le llamamos en las ciencias sociales). No hay tendencias inexorables ni caminos trazados de antemano. Estamos a diez días de las elecciones complementarias y las últimas encuestas revelan un altísimo voto blanco. Según la encuestadora CPI, hay aún un 54% de electores indecisos. Se trata de una campaña atípica, sin un candidato o candidata presidencial que “arrastre”, en pleno verano, con una presencia de publicidad electoral menor a la habitual, pero donde no han faltado ataques personales, videos difamatorios y propuestas irrealizables. Las encuestadoras, queriendo o no, orientan el voto hacia los ahora “favoritos”, pero el alto porcentaje de indecisos seguirá disminuyendo, lo cual muestra que nada está dicho y que ningún partido ha quedado fuera de carrera aún. Depende de nosotros/as cambiar aquella correlación en el parlamento que tanto daño le ha hecho al país en estos últimos años.