El riesgo país, Tía María y cómo nos afecta a todos

11/08/2019

Por Miguel Dávila

Cuando existe turbulencia en algún mercado de inversiones, la volatilidad política y la inestabilidad económica, son la explicación directa del problema. En ese contexto, el llamado “Riesgo País” entra en escena, en la forma de un semáforo que empieza a cambiar a rojo, indicándoles a los inversionistas internacionales, que tal país no es estable y, por tanto, es más riesgoso que otros. El efecto en el corto y mediano plazo empuja a que se abstengan de entrar y/o incluso migren inversiones que ya estaban en nuestro país, hacia otros mercados. En el presente artículo pretendemos explicar, cómo decisiones de Gobierno impactan en nuestra economía doméstica, teniendo como vector al riesgo país.

Cuándo realizamos cualquier inversión, es claro que asumimos el riesgo inherente al giro de dicha inversión; por ejemplo, si la inversión es un quiosco de venta de alimentos, el riesgo involucrará la cantidad de comensales que lo prefieran; en el caso de un hotel, el riesgo será determinado por si hay suficientes pasajeros para lograr tener rentabilidad y sostener las operaciones. Escalando hacia la minería, el riesgo estará no solamente en los mercados, sino en el precio de los minerales, la política económica y social del país que la acoge, y en la zona de influencia directa del proyecto, donde está la población. Cuando dichas inversiones se realizan en países foráneos al inversionista, se suma un riesgo adicional, el “Riesgo País”, que lo podemos considerar como un castigo adicional al riego inherente a la inversión. Éste estará determinado por las condiciones del país en que se realizará dicha inversión, el que incluye parámetros como; estabilidad económica y política del país, déficit fiscal, estabilidad de las políticas fiscales, orden interno urbano y rural, entre otros.

Todos estaremos de acuerdo que, nos sería mucho más fácil invertir cuando tenemos todos los parámetros de una inversión estables; pero si, en los casos del ejemplo del quiosco de alimentos y el hotel, no contamos con un local propio, no contamos con licencias otorgadas, y existe inseguridad en el entorno del negocio, ¿no estaríamos tan seguros de hacer la misma inversión no?; bueno, todos esos son parámetros que llevados a un mercado de inversiones mundial, son tomados en cuenta y sin duda afectan al país que no tiene un buen indicador.

En el mundo hay diversas organizaciones que realizan los cálculos del riesgo país a nivel mundial, Moody’s, Standard & Poor’s y JP Morgan son algunas de las más consultadas, y este lunes sabremos cómo los últimos sucesos han impactado en nuestra imagen como país. A mayor riesgo país, mayor será el rendimiento exigido a los capitales, por los inversionistas, e incluso mayor será el interés exigido a los recursos financieros; es decir, ante este panorama, todos nosotros estaremos sometidos a créditos más caros, precios incrementales de productos y otros efectos secundarios adversos.

En los mercados de inversiones, la confianza en las condiciones de inversión es el sustento más importante para ser atractivos como un país que propicia las inversiones. Debo haber aprendido esa condición básica, en los primeros cursos de mi carrera como economista; por eso sorprende que se tomen decisiones que generan tanta desconfianza e inestabilidad política y económica, dándole la espalda al principal motor que debería tener un gobernante: generar confianza en su propio país, dado que si somos bien vistos por la comunidad internacional de inversionistas, contaremos con grandes y más baratos flujos de recursos financieros, lo que dinamiza la economía interna, genera más puestos de trabajo, y mayores ingresos fiscales, y crecimiento económico. Por tanto, políticas dirigidas a bajar el riesgo país, deben ser la prioridad en un país que desea generar beneficios globales, colectivos e individuales.

«Estamos ahuyentando las inversiones de magnitud (justo las que necesitamos para crecer como país), con ello estamos “comprando todos los tickets” para sin duda incrementar el riesgo país».

Tía María no es un mensaje que siga este lineamiento, independientemente de los beneficios económicos de la minería o de sus impactos negativos, sustentados contundentemente por unos y por otros, el Gobierno había puesto unas condiciones claras para otorgar la licencia; por tanto, si estos requisitos legales se cumplieron por el operador, lo lógico no podría ser otra cosa que otorgar la licencia. No cumplir con ello y poner un plazo de 120 días, genera desconfianza (frena flujo de capitales), inestabilidad económica (pone en alerta a empresarios, que prefieren no incrementar operaciones); y social (todos, los que están a favor y los que están en contra, quedamos observantes de qué sucederá), todos estos, vectores que incrementan las tensiones políticas, económicas y sociales, en todos los niveles de gobierno, en el ámbito público y en el privado también.

Estamos ahuyentando las inversiones de magnitud (justo las que necesitamos para crecer como país), con ello estamos “comprando todos los tickets” para sin duda incrementar el riesgo país. Estamos jugando con fuego con respecto a la política económica del país; mientras tanto, las cifras actuales son claramente pesimistas, la inversión pública no se recupera, la privada tampoco, la demanda de empleo menos, los ingresos y el bienestar se vienen menoscabando. El desempleo juvenil se duplicó, los llamados “NiNis” (Ni estudian, ni trabajan), son un problema en crecimiento, caldo de cultivo de la delincuencia.

En este contexto, es más probable que los problemas políticos se amplíen, la confianza empresarial empiece a retraerse y migrar sus recursos (inversiones) hacia otras plazas, de continuar con esta tendencia, Perú estará rumbo a seguir los pasos de otros países de la región.

La Propuesta País de hoy es de urgencia: generar una estrategia política clara, en el corto, mediano y largo plazo, que lleve de la mano una estrategia de desarrollo, no sólo basada en extracción, sino también en diversificación productiva bien aterrizada; y sobre todo, decisiones colectivas, no individuales para salvar espaldas mientras se logra la transición solicitada.