El país como proyecto único
02/09/2019
En 1970, Milton Friedman escribió uno de los artículos más influyentes en el mundo corporativo [1]. Estableció que existe una y sólo una responsabilidad social de la empresa: Incrementar sus beneficios.
Este era el fundamento de la ética empresarial con base en el accionista y propugnaba que la adopción de la doctrina de la “responsabilidad social” implicaba aceptar una visión socialista que utiliza mecanismos políticos, y no de mercado, para la asignación de recursos.
Casi cincuenta años después, los líderes de ciento ochenta de las compañías más importantes de los Estados Unidos superan esta visión y declaran un nuevo propósito corporativo, asumiendo su responsabilidad en la construcción de un futuro económico sólido y sostenible [2].
Con este nuevo propósito los líderes empresariales norteamericanos se comprometen a la creación de empleos de calidad y el aumento de oportunidades para mejorar el nivel de vida de la gente. Reconocen que para lograr esta meta es necesario generar políticas públicas que permitan a toda persona alcanzar su potencial. Para ello, junto al sector público y sin fines de lucro, asumen el compromiso para impulsar soluciones que marquen una diferencia significativa para los trabajadores, proveedores, la comunidad y las empresas de todos los tamaños.
Con este cambio en la forma de hacer negocios en Norteamérica sus líderes empresariales reconocen expresamente que el éxito del sistema depende del crecimiento inclusivo de largo plazo. Asumen que, de no hacerlo, es legítimo cuestionarse el rol de las grandes corporaciones en la sociedad. Pero este cambio es también consecuencia de una política que ha profundizado las diferencias, banalizando la verdad y relajando la responsabilidad con el otro.
En nuestro país asumir este nuevo propósito corporativo es todavía más indispensable. Porque somos aún un país en construcción, con un modelo económico que no se afianza, un sistema político con peligrosa precariedad institucional y una sociedad con poca cohesión.
Hoy hay un divorcio entre gobierno, sociedad civil y sector privado. Aún hablamos “del otro” y no de “nosotros”. De un “Estado ausente” y no de un “Sociedad Ausente”. Hemos generado una barrera infranqueable de poca empatía, prejuicios recíprocos, una brecha de desconfianza que deviene en profecía autocumplida.
Por eso es necesario empezar de nuevo. Estableciendo pautas para el entendimiento. Estableciendo una agenda común donde sector público, privado y sociedad civil actúen en función de consensos con base a una visión empática de país solidario, donde primen reglas de juego justas, transparentes y predecibles.
El sector privado debe dar este paso y retomar el liderazgo. Implementando efectivamente un nuevo propósito corporativo que reconozca su responsabilidad social. Asumiendo tendencias irreversibles en favor de consumidores, comunidad, medio ambiente y sociedad civil; tomando la iniciativa para acompañar la agenda pública social priorizada, fortaleciendo capacidades, resguardando valores de transparencia e integridad. Es indispensable impulsar esta cultura de cooperación. Impregnarla en todos.
Para este cambio nuestros líderes deben mirar al país como proyecto único. Con tres piezas elementales que se reconocen y retroalimentan: estado, sociedad civil y sector privado. Sólo con estos tres articulados será posible avanzar. Porque es necesario evitar que las diferencias y distancias se hagan irreversibles. Aún estamos a tiempo.
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[1] The Social Responsibility of Business is to Increase its Profits. Milton Friedman. The New York Times Magazine. September 13, 1970.
[2] Business Roundtable announces the release of a new Statement on the Purpose of a Corporation. brt.org/OurCommitment