Decisiones personales basadas en evidencia: ¿Hacemos en nuestra vida lo que exigimos a las políticas públicas?

03/09/2019

Por Jesús Vidalón

Mi respuesta a la pregunta del título es definitivamente no.  Pero se me ocurre que el uso de evidencia, al menos en algunos aspectos de la vida personal, puede ser tan potente como lo es en políticas públicas…

 

Políticas públicas y evidencia

Tony Blair y el Partido Laborista fueron los precursores de las políticas públicas basadas en evidencia.  Hacia finales de los 90 iniciaron en el Reino Unido una corriente orientada a evitar la ideología, la información referencial, la intuición y la presión política como insumos para el diseño de políticas públicas.  Y éstas empezaron a reemplazarse por el conocimiento y la información de alta calidad obtenidos con métodos científicos.

Hoy, que tenemos acceso a información rigurosa y abundante sobre intervenciones exitosas y no exitosas, el diseño de políticas públicas con la mejor evidencia posible se reconoce globalmente como un instrumento fundamental para incrementar la efectividad de las políticas y los programas y para asegurar una mayor eficiencia en el uso de los recursos públicos.

En el Perú, el enfoque se adoptó hace algunos años y continúa su perfeccionamiento.  Su aplicación a los Programas Presupuestales orientados a Resultados (PPoR), instaurados en el Decreto Legislativo 1440 y que tienen carácter multisectorial e intergubernamental, contribuirá eficazmente a alcanzar resultados -no sectoriales como en los programas presupuestales aún vigentes- sino finales, es decir, a nivel de las personas y del entorno.

 

Evidencia y decisiones personales

A nadie se le ocurriría recurrir a revisiones sistemáticas, metaanálisis o reportes de investigación experimental, antes de asumir actitudes o tomar decisiones personales.  Normalmente, tomamos decisiones teniendo en cuenta la información que está al alcance inmediato, nuestra experiencia de vida, nuestros sentimientos y emociones y tal vez el consejo de alguien cercano en quien confiamos.

No obstante, suponiendo que orientamos nuestras decisiones a “ser felices” tal vez saber lo que la ciencia indica respecto de los determinantes de la felicidad personal o más bien del «bienestar subjetivo» (que es el término que se usa en varios estudios por la forma de medición) puede orientarnos un poco más.  En particular, puede ser importante saber si existen variables que podemos manejar para que, independientemente de la condición de base y de las dificultades que atravesemos, podamos acercar nuestra vida, al menos un poco, a la mejor experiencia posible.

 

Determinantes del Bienestar Subjetivo y la importancia del afecto positivo

En principio, la literatura científica coincide en indicar para los adultos cuatro determinantes del bienestar subjetivo: i) Ingresos, aunque generan beneficios marginales rápidamente decrecientes; ii) Salud, física y emocional; iii) Empleo, en particular empleo de calidad, iv) Matrimonio, o relación de pareja saludable. Estos factores no son controlables o modificables de manera inmediata aunque deberíamos evitar conductas o decisiones que los afecten negativamente (malos hábitos de alimentación, descuido de la pareja, mala actitud en el trabajo, por ejemplo) puesto que impactarán definitiva y directamente en nuestro bienestar.

En sentido inverso, la evidencia científica, en particular un meta-análisis desarrollado por Lyubomirsky y otros (2005)[1] sobre la base de 225 estudios previos, muestra también que el afecto positivo, es decir la propensión a experimentar frecuentemente emociones positivas, que es un rasgo distintivo de la “felicidad”, determina en grado estadísticamente significativo el éxito o la mejora en muchos ámbitos, incluyendo el trabajo, la relación de pareja y la salud.

El estudio también concluye que el afecto positivo está asociado con una serie de atributos deseables como percepciones positivas de uno mismo y de otros, sociabilidad, creatividad, adaptabilidad, afrontamiento adecuado de problemas y estrés, entre otros.  Y esta asociación no es solo a largo plazo.  El afecto positivo a corto plazo, que puede ser fomentado e inducido personalmente con una actitud optimista frente a la vida, causa efectos y comportamientos que impactan positivamente en la posibilidad de tener éxito, o al menos de mejorar nuestra condición de base, en los ámbitos indicados.

En resumen, si inspirados en las mejores prácticas en políticas públicas, tratamos de hacer en nuestra vida “lo que realmente funciona” y por tanto somos positivos, puede irnos bastante mejor…

[1] Lyubomirsky, S., King, L., & Diener, E. (2005). The Benefits of Frequent Positive Affect: Does Happiness Lead to Success? Psychological Bulletin, 131(6), 803–855.