COVID-19: ¿podemos establecer comparaciones entre países?
27/04/2020
Por Sergio Tejada
La posibilidad de acceder a información, prácticamente en tiempo real, sobre infectados y fallecidos a causa del COVID-19, es una tentación a realizar comparaciones entre las políticas implementadas por los diferentes países. Cada día que aumentan los casos en el Perú, uno mira a los países vecinos y se pregunta, inevitablemente, si lo estamos haciendo bien o si estamos perdiendo la batalla.
El problema es que realizar comparaciones frente a una enfermedad sobre la que sabemos tan poco y con contextos políticos, sociales y hasta geográficos tan heterogéneos, puede llevarnos a establecer correlaciones espurias. ¿Conocemos realmente por qué el virus se propaga con tanta velocidad en unos países y en otros no? ¿Sabemos por qué es mayor en algunas regiones dentro de un país? En nuestro caso, lo que indicaría el sentido común es que Lima es la ciudad del Perú más conectada al exterior, por lo que parece lógico que aquí se hayan dado los primeros casos y sea la región con mayor crecimiento de infectados. Bajo esta lógica, ¿cómo explicamos que los casos reportados en el Cusco sean alrededor del 1% de los reportados en Lima? Apelar a la “indisciplina” de las y los ciudadanos que deberían guardar una estricta cuarentena es claramente insuficiente.
Hasta el momento los datos arrojan dos certezas: el virus ataca más a los hombres que a las mujeres y a los ancianos más que a los jóvenes. A la fecha, en el Perú, el 28.02% de los fallecidos por COVID-19 son mujeres y el 71.98% son hombres. Asimismo, el 65.8% son adultos mayores. Esta es una tendencia mundial que no revela grandes diferencias entre países.
Donde sí se encuentran diferencias es con respecto al número de casos y de muertes, así como en el ratio entre ambos. México tiene cerca de 15 mil casos y 1,351 fallecidos, mientras el Perú tiene 27,517 y 728 fallecidos. México tardó en establecer medidas de distanciamiento social y estas no fueron tan estrictas como en el Perú. Pero Argentina tiene 3,892 casos y 192 muertes, y las medidas adoptadas han sido muy similares a las peruanas. Tenemos, por otro lado, el caso de gobiernos extremadamente negligentes: bajo las administraciones de Trump en los Estados Unidos y de Bolsonaro en Brasil, estos países ya suman 56,000 y 4,298 muertes, respectivamente.
Con estas comparaciones es difícil afirmar si vamos por buen camino. Vamos mejor, al menos, que aquellos países que tienen gobernantes negligentes. Pero, ¿realmente lo hemos hecho mejor que países europeos con mejores sistemas de salud y estados de bienestar aún fuertes? ¿Cómo un país como Suecia puede tener 2,274 fallecidos teniendo menos casos (18,926) que el Perú? ¿Guarda relación con su pirámide etaria (población envejecida)? ¿Se relaciona con el tiempo que pasó entre la identificación del primer caso y las medidas de aislamiento social?
Tenemos una enorme cantidad de variables que podrían incidir en los resultados que han mostrado los países en su lucha contra el COVID-19: capacidad estatal, momento en que se tomaron las medidas de aislamiento social, tiempo de cuarenta, edad promedio de la población, proporción de la población con preexistencias, hábitos de consumo, situación del sistema de salud, etc., etc. En el caso peruano, el alto porcentaje de informalidad, la cantidad de gente que vive del día a día, debe haber reducido las posibilidades de éxito de la cuarentena. Es decir, la estructura social y del empleo debe influir, pero no explica, por ejemplo, el diferente ratio muertes/casos con un país como Suecia.
Para complejizar aún más el análisis, recientes estudios están introduciendo una variable adicional: la altura. Existen datos que muestran que arriba de los 3000 msnm, la incidencia de afecciones graves por Coronavirus ha sido mucho menor. Los científicos lo atribuyen a una combinación de condiciones climáticas menos favorables para la propagación del virus y a adaptaciones fisiológicas de las personas a estos climas en los que la cantidad de oxígeno es menor.
En suma, no parecemos estar preparados para realizar comparaciones. Sin embargo, de acuerdo a nuestra propia realidad, debemos contribuir a buscar mejores soluciones y políticas públicas. Solo podremos enfrentar los estragos que dejará esta pandemia, con sociedades más justas, solidarias y democráticas.