¿Qué podría deparar una contraofensiva ucraniana? | Parte 2

19/05/2023

Por Farid Kahhat

Existen razones para creer que las equivocaciones cometidas por el gobierno que preside Vladimir Putin no derivaron de errores racionales de cálculo. Existe una línea de investigación en estudios de seguridad según la cual esos regímenes serían más proclives a tomar decisiones con base en información incompleta, sesgada o simplemente equivocada, a pesar de que bajo regímenes autoritarios no suele existir una oposición o una prensa independiente que puedan exponer los errores de la perspectiva oficial. Según investigaciones recientes, esos problemas suelen ser mayores bajo un autoritarismo personalizado, como el que presidiría Vladimir Putin. Incluso bajo regímenes autoritarios puede existir una dirección colegiada que permita un margen de debate antes de tomar decisiones. En la Unión Soviética, por ejemplo, Nikita Jrushchov gobernaba como parte del Politburó del Partido Comunista soviético. Sus colegas no sólo podían cuestionarlo, sino que incluso pudieron destituirlo de sus cargos en el Partido y en el Estado.

Eso es diferente a la imagen del jefe de inteligencia exterior ruso, Sergey Naryshkin, diciendo incoherencias al ser confrontado por Vladimir Putin en una reunión oficial poco antes de iniciarse la invasión de Ucrania. La idea fundamental es que, en un autoritarismo personalizado, la única forma de acceder al gobierno es a través del favor del gobernante, y decirle verdades incómodas sería una forma de perder ese favor. De ser así, sus principales subalternos tendrían incentivos para ocultarle cierto tipo de información. Ello explicaría que, por ejemplo, según un reporte del diario The New York Times, a un mes de iniciada la guerra, el gobierno que preside Putin pusiera bajo arresto domiciliario a dos funcionarios de alto rango de sus servicios de inteligencia por proveer información equivocada antes de la invasión. Según una fuente consultada para el artículo, esos oficiales “le dijeron a Putin lo que quería oír” sobre cómo habría de evolucionar la guerra.

Además, acorde a la investigación empírica realizada por Jessica Weeks, los autoritarismos personalizados son más proclives a iniciar guerras y suelen tener un peor desempeño militar en ellas. Pese a ello, Weeks afirma que sólo un 12.5% de los líderes bajo autoritarismos personalizados perdieron el cargo durante los dos años que siguieron a una derrota en guerra.

Ahora bien, hay razones para creer que una probable mediación de China contribuiría a resolver los problemas de información (los incentivos que tendrían altos funcionarios rusos para ocultar información incómoda para Putin), e incentivos no alineados (aquello que le conviene a Putin no es necesariamente lo que le conviene al Estado ruso). La razón detrás de la mediación china contribuiría a resolver los problemas de información que padecería el gobierno ruso: aquello que las investigaciones denominan “Information Provision Mediation”, lo cual podría traducirse como “mediación que provee información”.

Si las guerras derivan de problemas de información, un mediador puede ayudar a que las expectativas de las partes en torno al resultado de la guerra converjan al brindar nueva información que estas ignoraban previamente. Por ejemplo, la información sobre lo que el gobierno chino haría si las partes decidieran continuar con la guerra. Para Rusia la información que proceda de China, a diferencia de aquella que proceda de Ucrania o los Estados de la OTAN, sí sería creíble dado que el gobierno ruso considera a su par chino como lo más cercano que tiene a un aliado influyente en el sistema internacional. Es decir, suponiendo que China tenga expectativas diferentes a las de Rusia sobre el resultado de la guerra, podría persuadir a Rusia de cambiar sus expectativas sobre el resultado de la guerra. Un escenario algo verosímil, dado que los funcionarios chinos no tendrían los incentivos para ocultar información sobre la guerra en Ucrania que sí tendrían los funcionarios rusos.

La razón por la que la mediación China contribuiría a resolver los problemas de incentivos no alineados (aquello que le conviene a Putin que no es necesariamente lo que le conviene al Estado ruso), deriva de lo que las investigaciones racionalistas denominadas “Peace Subsidies”, traducido como “Subsidios para la Paz”. Esto significa que una parte distinta a los contendientes ofrece a estos beneficios materiales que sólo podrán obtener cuando pongan fin a la guerra. Eso contribuiría a alinear los incentivos de Putin con los del Estados ruso, a quien le convendría poner fin a la guerra por dos razones principales.

En primer lugar, el fin de la guerra haría menos probable, por ejemplo, que rivales políticos del presidente Putin intenten removerlo del cargo por temor a perder esos beneficios. En segundo lugar, dotaría a Putin de medios con los cuales recompensar a sus aliados dentro del régimen y a su base política dentro de la población. A su vez, China tendría incentivos para ofrecer esos beneficios cuando menos por dos razones también.

En primera instancia, porque en tiempos recientes el Estado chino ha establecido la mediación en conflictos internacionales como parte de sus prioridades en materia de política exterior, tal como muestra la mediación con la que consiguió que Arabia Saudita e Irán llegasen a un acuerdo que permitió el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos Estados, entre otras cosas. En segunda instancia, China impulsó la iniciativa conocida como La Franja y la Ruta, a través de la cual empresas de matriz china construyen obras de infraestructura alrededor del mundo con financiamiento de bancos chinos, además de representar un medio para lidiar con problemas internos.

Así también, China padecía de una enorme burbuja inmobiliaria que afectó adversamente la rentabilidad de las empresas del sector, el cual representa alrededor de una cuarta parte del PBI chino. Por ejemplo, según un reporte del diario Financial Times, en China existen suficientes inmuebles vacíos como para alojar a 90 millones de personas. Como producto de lo anterior en buena medida, la banca china -en su mayor parte pública- tenía una onerosa y pesada cartera: el proyecto La Ruta y la Seda, que permitía a la banca china financiar proyectos en el exterior a cargo de empresas constructoras chinas, con la expectativa de que esos proyectos no suscitaran los problemas descritos.

Dados los ingentes costos que padecen las economías de Rusia y, sobre todo, Ucrania como consecuencia de la guerra, atraer ese tipo de inversión sería de gran interés para esos Estados. Claro que esto último implica un supuesto que aún está por demostrarse: que el beneficio económico que produciría la paz será suficiente para compensar el sacrificio de las aspiraciones territoriales del gobierno ruso. Ello sin mencionar el sacrificio del engrandecimiento personal que Putin habría esperado obtener a través de la guerra. No en vano el presidente ruso llegó a compararse a sí mismo con Pedro el Grande, un monarca que expandió el territorio de la Rusia imperial en el siglo XVIII.