Cinco oportunidades para la gestión de gobierno

11/07/2020

Por Edgard Ortiz

Hoy es once de julio de 2020. Entramos al último año del quinquenio de gobierno. Un quinquenio de intransigencia política, magros resultados y pandemia. El parón económico y la crisis social son el colofón de un ciclo político más.

El Covid-19 es una tragedia y nos marcará. Es casi unánime. Si algo hizo la enfermedad, fue desnudar nuestras carencias institucionales y sociales. Sin embargo, esto no puede quedar aquí. Tenemos que insistir y ser críticos para no repetir errores. Por eso en esta ocasión queremos poner énfasis en un problema reincidente: el fracaso en la gestión de gobierno.

No hablamos de capacidades técnicas específicas y profundas, en eso el país tiene muchos y muy buenos técnicos. Nos referimos al desconocimiento de aspectos básicos de la cosa pública. Y como el Presidente de la República acaba de convocar a elecciones para el 11 de abril de 2021, en este artículo nos referiremos a cinco oportunidades en la gestión de gobierno para no incurrir en los mismos errores.

1. De los ciclos de gobierno

Los candidatos prometen e incumplen. Prometen porque quieren ganar. Incumplen porque no tienen la menor idea de lo que implica ser gobierno. Todos quieren ser presidente, pero nadie sabe para qué o qué hacer. Los planes de gobierno son generalidades, los responsables técnicos no tienen experiencia de gestión y los socios del sector privado ignoran la lógica pública. Entonces, esperan a llegar a Palacio para recién pensar qué hacer. Todo al revés. Y en ese trance se pierde la primera gran oportunidad. Se comete el primer error elemental que es reiterativo. Se ignora la lógica del ciclo político y, con ello, las oportunidades y peligros que conlleva.

El ciclo político reciente es simple. Todo gobierno empieza con un grado relevante de legitimidad que le permite “requerir” al Congreso la delegación de facultades para legislar. El Congreso por cuestión de gobernabilidad -no parecer obstruccionista-, cede esa facultad. Es una concesión democrática que se repite cada quinquenio. Es la famosa “luna de miel”.

Entonces, no se trata de entrar y preguntarse qué hacer, se trata de entrar y establecer las bases de la visión de gobierno. Son los primeros cien o doscientos días que deben aprovecharse al máximo para implementar reformas relevantes en materia social y económica. Todo partido político que pretenda gobernar debe tener clara su agenda, los temas urgentes y necesarios que deben regularse inmediatamente para cementar los pilares de su gestión. Esos decretos legislativos representan la visión de gobierno y deben ser sustanciales. Usualmente no hay una segunda oportunidad para las grandes reformas porque las condiciones de gobierno cambian.

Durante el segundo y tercer año se da la lógica de la negociación Poder Ejecutivo-Congreso. Eso de lo que carecimos durante estos cinco años de gobierno. Es en este periodo que el legislativo pone en marcha la máquina regulatoria y trata de imponer su propia agenda y es allí donde el Poder Ejecutivo debe hacer política para sostener la agenda común (punto 3). Para ese momento además, las normas emitidas deben haber hecho efecto, porque lo que toca es gestionar expectativas ciudadanas, en especial, las de regiones.

Después de culminado el tercer año de esa danza política, los gobiernos sólo defienden sus reformas y se concentran en la salida. Porque el último año es el de populismo legislativo. Es el año en que el Congreso piensa en la elección siguiente y se dedica al populismo. No es casual ni extraordinario lo que pasa hoy, siempre fue así. Lo único que ha cambiado es que los congresistas han perdido el incentivo de la reelección y el Ministerio de Economía y Finanzas la muñeca política y el poder de negociar con el presupuesto. Por eso lo que vemos. Bueno, por eso y por no querer hacer política, porque hace rato pasamos del ajedrez político al “Angry Birds” político.

2. La estrategia de comunicación de gobierno

Si el gobierno tiene claro su norte, debe tener clara su estrategia de comunicación. Lamentablemente, en nuestro país la comunicación de gobierno no ha estado articulada, ni ha seguido una estrategia profesional. Aun no se entiende y se confunden conceptos. El problema es que los líderes no comprenden que la comunicación de gobierno es una estrategia que se debe construir integralmente. Es lo que finalmente comunica el mito de gobierno. Ese conjunto de ideales irrenunciables, la visión que mueve al gobernante y que concentra en un concepto la razón de la acción de gobierno. Es lo que será el legado, siempre declarado por delante y cuya priorización mueve toda la lógica de la administración.

Aquí el punto 1 antes detallado es esencial. Porque si los gobiernos fracasan al implementar políticas públicas, fracasarán también en su comunicación. Sin lo primero esto último está condenado. Porque la comunicación sin programa es imposible. Es falso que se “gobierna bien, pero se comunica mal”. Porque, seamos honestos, si un gobierno es eficiente, la comunicación -casi- se hace sola.

Entonces, todo aspirante al gobierno debe entender que no es posible gestionar sin una estrategia de comunicación de gobierno. Y para ello se necesitan profesionales y un método. La comunicación política no es marketing político. Con los pilares de gobierno claros, el profesional puede trabajar su estrategia. Y todo se establece en un plan, porque si no está escrito, no sirve. Si no se establecen parámetros, no funciona. Es cierto que lo que no se mide, no existe. Por tanto, la comunicación de gobierno no se debe improvisar, también debe gestionarse profesionalmente. Los recursos públicos son valiosos y la población tiene todo el derecho a cuestionar el uso irrelevante de publicidad. Comunicar políticamente tiene un claro objetivo: la articulación del mito de gobierno.

3. Del nexo con el Congreso

Una democracia es el balance de poderes. Es la representación legítima del pueblo. Es el gobierno definido por la mayoría, pero con respeto e inclusión de la minoría. Las responsabilidades de gobierno están establecidas claramente. El Poder Ejecutivo debe gestionar el gobierno pensando en todos. El Congreso debe representar y legislar en beneficio de todos. Y ambos deben interactuar. El poder es balance. Esto, sin embargo, no ha sido así. En lo que se refiere a la interacción de estos dos poderes del Estado, no ha habido una visión o trabajo conjunto. El Poder Ejecutivo nunca estableció una agenda mínima común. Existieron alianzas, sí. Pero no tenían como base acuerdos institucionales o una visión de futuro. La relación ha sido clientelista cuando debería ser institucional. Y esto es peor en los últimos años del ciclo político cuando las bancadas se desintegran y el fraccionamiento genera más ingobernabilidad.

Para esto es esencial que el Poder Ejecutivo tenga expertos en las relaciones con el legislativo. Es momento de aprovechar a todos los técnicos en asuntos parlamentarios. Muchos han sido relegados a labores secundarias de agendas poco relevantes o para el freno de medidas específicas sectoriales. La relación Poder Ejecutivo y Legislativo no ha sido gestionada de manera proactiva y profesional, es decir, mediante la concertación para el impulso de las políticas clave. Pocas veces se han articulado y muchas veces -por apetitos específicos- se ha limitado a la defensa agendas personales y no de gobierno.

Eso debe terminar. Al iniciar el gobierno el Poder Ejecutivo debe presentar al Congreso la agenda para el quinquenio. Debe plantear sus bases y consensuar la agenda mínima de gobernabilidad. Si hay puntos que no logran consenso -por tratarse de grandes cambios sociales que requieren más tiempo-, deben implementarse mesas de expertos permanentes. Si el Poder Ejecutivo no establece una agenda mínima de entrada, pierde capacidad de negociación. Y entonces, si uno no propone la agenda, a uno se la imponen. Y no hay peor cosa que una agenda variable sin visión de futuro.

4. De la articulación con las regiones y los municipios

Existe una tensión en la gestión de gobierno. Nuestra Constitución declara que el proceso de descentralización es irreversible, sin embargo, de facto es centralista. El Poder Ejecutivo se niega a soltar la llave de los recursos o si lo hace lo hace por goteo o por la fuerza. Esto no ha sido gratuito, es resultado de la corrupción e ineficacia. Sin embargo, las regiones y municipios reclaman más autonomía y, en la práctica, eso no es posible porque resulta casi imposible gestionar el país con tal división territorial. En esta oportunidad no vamos a dilucidar el debate descentralista. Sólo diremos que el proceso debe ser efectivamente irreversible pero, también responsable. Esto no puede ser un debate maniqueísta. Sin embargo, lo que sí queremos establecer aquí es que el gobierno desde el Poder Ejecutivo es imposible si no se articula con las regiones y los municipios.

Hoy creemos que hemos avanzado. Los GORE Ejecutivo y los MUNI Ejecutivo son muy importantes. Ahora hay que darles más fuerza. La Secretaría de Descentralización es y debe continuar siendo una de las unidades de gobierno más relevantes y potentes porque promueven y fortalecen la articulación de gobierno. Funge entonces de termómetro y catalizador, sirve para generar legitimidad y equilibrar poder. Los GORE y los MUNI Ejecutivos han permitido sentar ministros y funcionarios con gobernadores y alcaldes. Sin embargo, hay que darles más responsabilidad y comprometer a las dos partes. A unos con asesoría y recursos y a los otros con indicadores de gestión. Las metas deben estar alineadas a todo nivel de gobierno y deben estar acompañadas del fortalecimiento de capacidades. Si no, resultará nuevamente en una profecía autocumplida: no los capacito, dan malos resultados, entonces no les damos dinero. Lógica simplista centralista.

Por tanto, creemos que todo aspirante al gobierno debe tener clara su relación con regiones y municipios. Este es un frente que equilibra el poder del legislativo. Es cierto, el Congreso representa, sin embargo, un canal abierto y directo con las autoridades más cercanas a los peruanos permiten al Ejecutivo contar con un sano interlocutor, casi un soporte de gobierno para cualquier crisis.

5. De la formación de equipos para todo lo anterior

Cuando un gobierno es elegido, los meses previos a la toma de mando son típicos. Varios personajes desfilan por la casa del ganador. Este define las comisiones de transferencia. Días previos al 28 de julio se define el gabinete. A los días de iniciado el gobierno se establecen los viceministerios y así se van formando los equipos. El problema aparece cuando los puestos directivos se ocupan sin considerar la experiencia en gestión. En el proceso sobran las relaciones y faltan experiencia, diversidad y capacidad. Lamentablemente los equipos no se implementan con criterios mínimos de gestión.

Creemos importante que todo proyecto debe enfrentarse con equipos capaces y para ello se necesitan, al menos, tres cualidades básicas: capacidad analítica, capacidad creativa y capacidad práctica. Si el objetivo es claro, un equipo con estas características podrá tener éxito.

Se requiere habilidad analítica para fundamentar con sustancia y considerar lo técnico. Se requiere capacidad creativa para anticipar problemas y generar soluciones. Se requiere capacidad práctica para planificar y ejecutar las ideas. El ejecutor es clave y debe tener aptitudes sociales y esto incluye empatía.

Los equipos deben estar compuestos por profesionales con sustancia, visión, voluntad y conocimiento. Existe mucha gente buena en el sector público y el sector privado. Debemos generar combinaciones potentes de experiencia y juventud. Mucho de lo que dice la teoría no sucede en la práctica y es poco inteligente descartar la experiencia. Hay que captar el valor, combinarlo con experiencia y formar clusters de eficacia. Existe casuística en el sector público que confirman que estas combinaciones permiten enfrentar diversos problemas y concretar las metas.

Es julio de 2020. Falta un año para el cambio de gobierno. En política eso es una eternidad. Sin embargo, los candidatos ya saben quiénes son y el Presidente inició la partida. Las propuestas pueden variar, pero la lógica de gobierno no. Esperemos que los partidos tomen sus postulaciones en serio y se preparen para no cometer los mismos errores.