Apuntes para la recuperación de la confianza

04/01/2020

Por Edgard Ortiz

¿Confía usted en el Gobierno? Poco o nada: 2010 (75%); 2011 (64%), 2013 (76%); 2015 (79%); 2016 (80%), 2017 (80%); 2018 (85%) [1]. Podríamos retroceder un par de décadas para comprobar que los porcentajes no varían drásticamente. Entonces, ¿qué está pasando? ¿Y por qué es importante?

Empecemos por lo “simple”. Definamos el término. Confianza implica una actitud positiva hacia las acciones del otro, generalmente fruto de experiencias directas o informadas, que generan un ambiente que optimiza las relaciones sociales y de intercambio. La confianza produce certidumbre, colaboración, cohesión social. Entonces la confianza es esencial en nuestra relación con el otro y nuestra vida en sociedad.

Desde el punto de vista social, la confianza es un concepto relevante porque implica reciprocidad y deviene en una fuerza organizadora. Se sustenta en la interacción con el otro -desde una perspectiva favorable- con respecto a las acciones e intenciones de otras personas. Esto facilita la cohesión social y beneficia la resolución de problemas de acción colectiva. [2]

La confianza en el gobierno guarda exactamente la misma lógica. En palabras de la OCDE, la confianza en el gobierno es importante porque representa un pilar sobre el que se construye la legitimidad y sostenibilidad de los sistemas políticos; es esencial para el funcionamiento justo y efectivo de las instituciones; permite la implementación de reformas estructurales a largo plazo; mejora el cumplimiento de las normas y reduce el costo de su cumplimiento; y, finalmente, porque permite aumentar la confianza en la economía [3].

Siendo así de claro, ¿cómo se genera confianza desde el gobierno?

La interacción del ciudadano con su gobierno es múltiple. Se da a través de la prestación de servicios públicos y la implementación de las políticas económicas y sociales priorizadas. Su éxito se mide en función a la percepción que cada dimensión genera. Así, tenemos índices de satisfacción por desempeño económico; índices de corrupción; éxito medido por la satisfacción de necesidades sociales; mediciones por la capacidad de atención de la ciudadanía en emergencia; entre otros tantos.

La OCDE reconoce que el tema es complejo y brinda algunas recomendaciones a los gobiernos. Propone: (i) construir la evidencia para la satisfacción de la confianza. Para esto hay que desarrollar métricas centradas en las políticas públicas explorando su impacto (tales como el uso del presupuesto, la transparencia, el gobierno abierto, integridad, cumplimiento normativo, estado de derecho , entre otros); (ii) Fortaleciendo la capacidad de previsión estratégica ayudando a gestionar desafíos complejos en un contexto de incertidumbre y riesgo (que atraviesan la estructura del gobierno y requieren la planificación para cambios a largo plazo y para fortalecer la evaluación y gestión de riesgos); (iii) Promoviendo el gobierno abierto, formulando políticas inclusivas y receptivas; y, (iv) Fortaleciendo la integridad y garantizando la equidad en la formulación de políticas públicas. [4]

Estas medidas requieren que quienes lideren comprendan las palancas sociales que mueven la confianza en el gobierno. Y esto empieza por reconocer la multidimensionalidad del problema y entender que no se trata de comunicar sino básicamente de gobernar. Es gestión, gestión y más gestión.

Es cierto que debemos reconocer que el fenómeno de la confianza es no sólo multidimensional sino multi institucional e incluye otros actores no gubernamentales como el sector privado, la sociedad civil y otros, como los partidos políticos. Pero ello no debe ser una excusa para deslindar de la principal responsabilidad de aquel que gobierna. En el caso del sector privado, se tiene especial responsabilidad también en la pérdida de confianza y deberán enfrentar también la justicia y el rechazo social. Pero es el gobierno el principal responsable de satisfacer las necesidades de su gente. Sin gobierno eficiente, es difícil todo lo demás.

Creemos que un gobierno que genera confianza será aquel que gestione para la mayoría respetando a las minorías, con visión de largo plazo, emitiendo política pública basada en evidencia, retroalimentando la gestión con la opinión del ciudadano, sancionando al mal elemento y premiando al bueno.

Un gobierno eficiente se siente en la calle, incluso uno que lo intenta. Porque para gobernar hay que ambicionar. Hay que tener hambre de legado. Hay que tener una visión. La de un país más próspero y más justo para la mayoría de peruanos. Porque no se cambia la percepción de gobierno modificando cifras para las estadísticas. La gente sabe si tiene o no tiene gobierno y ello se traduce en confianza. No por la política efectista, sino por la gestión eficiente.

Ojalá el 2020 nos procure eso. Un gobierno que en su último tramo genere confianza. Y que, para ello, recupere la ambición de gobernar.

[1]  http://www.latinobarometro.org/latOnline.jsp

[2] Carolina Ovares Sánchez. 2018. Rev. Reflexiones 97 (2): 23-34, ISSN: 1021-1209. La sociología de Georg Simmel y el ‘Capital Social’: la confianza como fuerza socializadora.

[3] Government at a Glance 2013. Chapter 1. Trust in government, policy effectiveness and the governance agenda

[4] OECD. Public Governance and Territorial Development Directorate Public Governance Committee. Trust in government. Assessing the evidence, understanding the policies. 47th session of the Public Governance Committee. 25-26 April 2013.