A propósito de la crisis del Coronavirus: El efecto protector del agua contra las enfermedades
19/03/2020
Nuestro país es uno de los que ha tomado con mayor prontitud medidas radicales indispensables para contrarrestar el Coronavirus y todos debemos contribuir a que estas tengan el mejor resultado posible. No obstante, a nivel global, la pandemia está camino a convertirse en uno de los eventos con mayor impacto negativo en vidas humanas y en crecimiento económico del siglo XXI.
La afectación directa y acelerada a un gran número de familias que residen en las grandes urbes, y la proximidad de la amenaza que sentirán las que finalmente no sean directamente afectadas -la mayoría de las cuales tiene miembros vulnerables- deben generar aprendizaje en muchos aspectos.
Haría muy bien a la sociedad global que, como parte de ese aprendizaje, interioricemos a todo nivel el efecto protector del agua contra las enfermedades. Este debe ser motivo principal de reflexión en la conmemoración del día mundial del agua, el 22 de marzo.
Agua, lavado de manos y salud
Hemos hecho referencia ya en este blog, sobre la base de evidencia, al efecto de disponer de servicios de agua y saneamiento de calidad y sostenibles, acompañados de prácticas adecuadas de higiene, en la reducción de la prevalencia de enfermedades infecciosas de todo tipo, generando un impacto positivo en la salud de la población.
Profundizaremos en este artículo en los efectos específicos del lavado de manos con agua y jabón y en la magnitud de ese impacto, ahora que por efecto del coronavirus estamos sensibilizados respecto de su importancia y utilidad.
La efectividad del lavado de manos con agua y jabón para combatir el Coronavirus ha sido confirmada por la Organización Mundial de la Salud y por el Centro de Prevención de Enfermedades del Departamento de Salud de los Estados Unidos, entidades que, como ahora todos sabemos, recomiendan esta actividad como una de las principales medidas de prevención.
Según explican los especialistas, esta efectividad está basada en la capacidad del jabón de disolver la membrana grasa del virus, haciendo que este se “desmorone” y desactive en pocos segundos. En gran parte del mundo, esta medida ha sido adoptada masivamente para esta coyuntura.
Sin perjuicio de ello, el lavado de manos con agua y jabón tiene otros efectos positivos, también muy importantes en la salud. Así, por ejemplo, metaanálisis y estudios experimentales individuales con validez científica han determinado que:
– El lavado de manos puede reducir en un 46% la morbilidad por diarrea en la población de los países en desarrollo. (La diarrea continúa siendo una de las principales causas de mortalidad infantil a nivel global y a la vez tiene gran impacto en la desnutrición crónica infantil que afecta seriamente el desarrollo físico y cognitivo futuro de los niños).
– El hábito de lavado de manos reduce la prevalencia de enfermedades parasitarias, específicamente las transmitidas por helmintos (gusanos) en un 55%.
– El lavado de manos y rostro reduce en cerca del 30% la prevalencia de enfermedades oculares, como el tracoma que genera riesgo de ceguera, y enfermedades dérmicas.
Estas constituyen solo algunas muestras del efecto protector de las prácticas de higiene asociadas con el agua contra las enfermedades. Sin embargo, la adopción de estas prácticas de forma permanente es lenta y difícil.
Necesarios compromisos
Lo anterior impone al menos dos retos y compromisos:
El primero es retomar el impulso para lograr el acceso universal a servicios de agua y saneamiento de calidad y sostenibles, objetivo principal de la Política Nacional de Saneamiento del Perú, recogido también en la Meta 6 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Una mayor efectividad en las inversiones (planificación eficiente y articulada territorialmente, pertinencia tecnológica y cultural, ejecución rápida) y un mayor énfasis en la prestación del servicio (recursos, capacidades) para garantizar una gestión sostenible, son claves en este reto.
El segundo es más bien conductual: interiorizar el valor del efecto protector del agua de calidad y los hábitos de higiene contra las enfermedades, pero en toda circunstancia y no solo cuando el peligro es cercano e inminente. Esto es fundamental para prevenir enfermedades igualmente perjudiciales para la vida, la salud y el desarrollo de niños y adultos.
El abordaje que deben realizar las entidades competentes en este último caso es más complejo. Y la responsabilidad es en gran parte de la propia población. No sólo la de áreas rurales o periurbanas. De cada uno de nosotros. ¿Habremos aprendido algo de la crisis del Coronavirus?