El olvido que seremos
10/01/2020
Por Juan Manuel Robles Montoya
En los últimos días, meses y hasta años, hemos visto una ininterrumpida seguidilla de mentiras, insultos y de propuestas indecentes por parte de varios operadores políticos. Todo ello ha ocurrido en un contexto de denuncias de corrupción y bajo el eterno susto de que nuestro crecimiento económico no solo siga disminuyendo, sino que hasta se detenga. Y es en esto último que muchos se concentran.
Sin embargo, simplificando mucho los postulados de Benjamin Friedman en The Moral Consequences of Economic Growth, se podría incluso argumentar que un crecimiento económico más lento incentiva aún más el surgimiento de posturas intolerantes, acaso porque hay una correspondencia inversa entre la esperanza y las actitudes desagradables. A menor esperanza, mayor caldo de cultivo para la intolerancia.
Así, por si no fuesen pocas las razones para abogar siempre por el crecimiento económico del país, podría resultar que este desincentive aún más actitudes y acciones que todos deploramos y que deben ser atacadas y denunciadas frontalmente y sin tapujos.
Ello lo cuento como dato anecdótico, porque las razones de siempre para preocuparnos por un crecimiento del país resultan abundantes y, en un país como el nuestro, incuestionables. Siendo esto así, resulta importante hacer un análisis respecto al estado de nuestra economía y de nuestra posibilidad de seguir creciendo.
De acuerdo con el Informe Global de Competitividad de 2019 del World Economic Forum (en adelante, el “Informe”), la evaluación del Perú en los distintos sectores evaluados, fue la siguiente:
Como podemos observar, al menos de acuerdo con lo señalado en el referido Informe, la mejor posición de Perú es en la referida a estabilidad macroeconómica; y su posición más baja se concentra en (i) instituciones; (ii) tecnología de la información y comunicación; (iii) dinamismo de los negocios; y (iv) capacidad de innovación.
Respecto al primer punto, instituciones, el Informe señala que los aspectos más problemáticos relacionados con nuestro país son los asociados a (i) confianza en la policía nacional; (ii) independencia judicial; (iii) eficiencia de la regulación (su aplicación en la práctica); (iv) corrupción; y (v) la posibilidad del Gobierno de tener una visión a largo plazo.
Todos ellos constituyen problemas de los que no solo somos conscientes, sino que acaparan titulares en los medios nacionales. Escándalos por la inacción de la policía ante diversos delitos, por corrupción con funcionarios, por corrupción con jueces; cuestionamientos respecto a la capacidad del Gobierno de ejecutar acciones (acaso, y tal como propusimos anteriormente, darles un mayor peso al Plan Nacional de Competitividad y a la Política de Inclusión Financiera, normas dictadas en 2019 pueda representar una excepción a estas críticas).
Con relación a la tecnología de la información y comunicación (TIC), puede constatarse que la penetración del uso de internet en nuestro país es aún sumamente baja, así como la infraestructura requerida para ello.
Es más, según el informe “Perú: Tecnologías de Información y Comunicación en las empresas, 2015” publicado por el INEI, podemos observar el siguiente gráfico que muestra claramente nuestro retraso en este rubro (para el 2015):
Sin embargo, la reciente publicación del Decreto de Urgencia que crea el Sistema Nacional de Transformación Digital, Decreto de Urgencia N° 6-2020, puede generar el primer paso para cerrar la brecha en este sector que sufre nuestro país.
Con referencia al dinamismo en los negocios, debemos mencionar que el Informe da cuenta de una mejora en casi todos los indicadores con relación a años anteriores, por lo que no realizaremos un mayor análisis al respecto.
Por último, respecto a la capacidad de innovación, todavía nos encontramos muy por debajo de la media global e incluso a nivel regional, puesto que no existe un mayor impulso y desarrollo de la necesidad de investigar siempre en los distintos rubros económicos.
El escritor colombiano Héctor Abad Faciolince hizo un homenaje monumental a su padre asesinado, al contar lo que supo de él, en la novela El olvido que seremos. En ella, entre otros pasajes, reconocía que uno de los aspectos que más recordaba de su padre era que este, además de su compromiso social, se preocupaba siempre por investigar la causa de los problemas y proponer soluciones técnicas, científicas para los mismos, obviando un misticismo, sea este religioso o dogmático.
Sin embargo, este no era el único aspecto que le celebraba. El médico Abad, el asesinado, fue una persona que incentivaba esa misma máxima en todos con los que tenía contacto, para lo cual brindaba todos los recursos a los que tenía acceso (libros, visitas, charlas).
Y esa idea, la de apostar siempre por la investigación, la de comprometerse de lleno por buscar siempre una mejor forma de hacer las cosas, la de usar todos los recursos tecnológicos a nuestra disposición, es el camino que debemos seguir los privados para mejorar no solo nosotros mismos, sino todos.
Y, del otro lado, el incentivo para buscar ello es algo que requiere un mayor compromiso por parte del Estado. La razón de esto es que los objetivos establecidos en el Plan de Competitividad (impulsar la generación de conocimiento y patentes productivos; transferir conocimiento entre regiones y sectores; impulsar fuentes de financiamiento para I&D; y fomentar colaboración entre universidades y empresas) no resultan suficientes.
Se requieren, a su vez, mayores y mejores políticas y herramientas: evaluación de indicadores de Consejo Nacional de Ciencia Tecnología e Innovación Tecnológica (Concytec); evaluación de valor agregado por componente tecnológico en más actividades productivas estratégicas para el país; elevación de gasto público en investigación y desarrollo (actualmente se invierte 0.08% del PBI); entre varias otras.
Pero, además, se requiere una condición necesaria: fortalecer el pilar institucional con una policía en la que se pueda confiar y un Poder Judicial que resuelva con justicia, predictibilidad y sin mayores escándalos de corrupción. Porque sin instituciones que brinden predictibilidad, la más básica y elemental de las seguridades, no podemos construir; mucho menos, innovar.
Sin ese “piso mínimo” no seremos, a pesar del crecimiento de todos los últimos años, más que una promesa olvidada.