¿Felices los cuatro?

21/09/2019

Por: Morgan Quero

La política es el arte de impedir

que la gente se entrometa en lo que le atañe”.

Paul Valéry

La escena contemporánea

Los vientos del norte anuncian elecciones para el otoño. Las crisis políticas se resuelven convocando a las urnas.

Canadá, 11 de septiembre del 2019, el Primer Ministro, Justin Trudeau, convoca a elecciones para el 21 de octubre y disuelve el Parlamento. En España, después de las elecciones legislativas del 28 de abril, ganadas por el PSOE, no se logró conformar un gobierno y, por lo tanto, se convoca a nuevas elecciones para el próximo 10 de noviembre.

Inglaterra, el nuevo Primer Ministro, el antieuropeo Boris Johnson plantea unas vacaciones adelantadas -suspensión parlamentaria- para la Cámara y propone elecciones el 15 de octubre. La oposición en el Parlamento ha decidido rechazar su propuesta si no logra posponer, al menos por tres meses, la fecha de salida de la Unión Europea, prevista para el 31 de octubre.

En Italia, Matteo Salvini, líder de la ultranacionalista Liga, uno de los partidos de gobierno hasta agosto pasado, rompió la coalición con su renuncia, buscando forzar nuevas elecciones legislativas. Pero el Primer Ministro Conte le volteó el partido, logrando un nuevo voto de confianza para el gobierno gracias a una renovada coalición con el Partido Demócrata.

Juan Linz, memoria de un profeta

En el panteón de grandes nombres de la ciencia política del siglo XX, destaca la voz ilustrada de Juan Linz. Hijo de un alemán y una española, Linz quedó huérfano de padre siendo muy joven y su madre tuvo que trasladarse a Madrid en 1932. Ahí vivió su etapa colegial y universitaria, en medio de la caída de la República española y los primeros años del largo régimen franquista. Luego se trasladó a Estados Unidos, en donde desarrolló su vida académica. Primero en Columbia y luego en la Universidad de Yale, en donde fue profesor.

El aporte de Linz fue fundamental para entender porqué sucumbían las democracias y cómo podíamos definir las características y límites de los regímenes autoritarios y totalitarios. En el contexto latinoamericano de las dictaduras de los años ’70, Linz publicó su clásico titulado: La quiebra de las democracias. Pero al retornar la democracia, y a contrapelo de lo que sucedía en toda la región, decidió a inicios de los ‘90 replantear el debate entre parlamentarismo y presidencialismo, inclinándose claramente a favor del primero.

Para Linz, el presidencialismo obstaculizaba la transición a la democracia y era la causa de su desmoronamiento al cumplir un rol negativo, bloqueando el desarrollo de la democracia y su consolidación. No sólo era una crítica institucional, sino que se adentraba en la práctica de los actores del sistema explicando que el presidencialismo promueve los juegos de suma cero, en donde el que gana la presidencia se lleva todo, y los otros, nada.

En las coyunturas de crisis política, en donde se requiere de una mayor participación política para dirimir tensiones irresueltas o para renovar el sistema de partidos o a la clase política, el presidencialismo parece un régimen poco dispuesto a la versatilidad institucional. 

Presidencialismo chicha

La renuncia del Presidente Kuczynski en marzo del 2018, constituyó el síntoma más álgido de la crisis del presidencialismo en el Perú en los años recientes. La crisis generada por los temas de corrupción que involucra a la clase política en su conjunto, permitió desnudar las falencias de nuestro presidencialismo, en medio de una embestida parlamentaria para sustituirse como primer poder del Estado.

Incluso, las supuestas virtudes semipresidenciales del régimen peruano, como la cuestión de confianza del parlamento al gabinete, se han desdibujado en el escenartio actual. El bloqueo institucional entre el parlamento y el ejecutivo, parece ser hoy la máxima disyuntiva que nos recuerda las enseñanzas de Linz. Revisitado al estilo chicha. Todo esto podría ser anecdótico si no estuviera en juego algo más importante, el régimen democrático en su conjunto. Y la democracia, como nos recuerda Linz, es la frágil conquista de una sociedad que está dispuesta a debatir, participar, elegir y gobernar en libertad.

Resta por ver si somos capaces de encontrar las salidas institucionales a la crisis política o nos quedamos, como dice la canción, felices los cuatro. Cada quien con cada cual y cada quien en su lugar.