¿Transiciones gubernamentales eficaces o muerte?

Apuntes para una nota conceptual

05/09/2019

Por Arturo Granados

Como en una novela de realismo mágico un hombre o una mujer se pone una banda de autoridad política y en el interregno entre su gloria y la real tomadura de las riendas de su encargo, se mueren, ¡zas!, 777 recién nacidos. Sin pretender serlo, y estando lleno de buenas intenciones, son Herodes inimputables.

 

«Los gobiernos que se equivocan en el período de transición, generalmente, tienen momentos más difíciles a lo largo de su mandato». Donald Savoie, profesor de administración pública, Universidad de Moncton, Canadá.

 

La hipérbole introductoria como la cita de Savoie tienen una honda conexión con lo que vivimos hoy en el Perú. Un cambio de gobierno puede incrementar la muerte neonatal. Un mal inicio gubernamental puede degenerar en un pedido de adelanto de elecciones.

Una transición gubernamental es un proceso de relevo de la conducción política y gerencial de un gobierno y del aparato del Estado. Empieza mucho antes de la toma de mando y su duración puede prolongarse más de lo imaginado. ¿Estas transiciones producen efectos en la vida cotidiana de la gente? ¿Tienen impacto negativo o son inocuas? ¿La formación de un nuevo gobierno es un asunto administrativo o un hecho político de honda repercusión social? ¿Afectan el ritmo de la economía, las posibilidades de empleo, el flujo de plata hacia la economía y las familias, los tiempos de desplazamiento en la ciudad, la salud y la vida? La verdad, no son inocuas, son un hecho político de profunda trascendencia, marcan la economía, aguantan el ritmo de ejecución de las inversiones afectando el flujo de  41 mil millones de soles a la economía peruana, dejan obras malamente inconclusas afectando la transitabilidad, e incrementan la mortalidad [1].

Si una de las observaciones de los estudios sobre transiciones señalan que, por lo general, un gobierno recién elegido suele tener la  máxima energía, y un mínimo conocimiento y experiencia, es necesario tomarse en serio un sistema de “inducción para gobernar” que permita identificar los aspectos básicos del funcionamiento del Estado, las políticas existentes y los temas estratégicos y críticos de una agenda inmediata. Un marco institucional tiene que poner la vanidad de los semidioses que han ganado las elecciones a un lado, como en el vestidor de las tiendas por departamento. Esa ropita, después te la vuelves a poner. Y recordarles al oído “si no empieza bien, no irá bien”.

Un estudio sobre transiciones en Reino Unido enfatiza que para una transición gubernamental “la prueba principal es la efectividad”, la que consiste en “qué tan rápido un nuevo gobierno puede familiarizarse con sus dependencias e implementar sus planes” [2]. Asimismo, señala que “los políticos de la oposición –que han ganado elecciones- en todos los niveles, incluidos los asesores especiales, deben recibir más capacitación y preparación para el cargo”, lo que incluye a los “nuevos parlamentarios”.

¿Cómo nos encaminamos hacia transiciones eficaces? Es necesario establecer objetivos explícitos del proceso, un marco regulatorio, una institución responsable, horizonte temporal no menor a dos años, recursos y procesos de aplicación. Y no confundir la transición con el proceso administrativo de preparación de información y el cronograma de la Contraloría. Si le ponemos el estrés inmovilizador de la culpabilidad mataremos la iniciativa. Es una oportunidad para hacer mejor gobierno, de modo que los nuevos tomen rápido las riendas de la conducción del poder, sea en el nivel nacional, regional o local.

Un elemento central de un modelo de transición y de gobierno es el cuerpo directivo del servicio civil. En países como Canadá y Reino Unido los procesos de renovación política implican mucha interacción entre los servidores y los políticos de oposición. Asimismo, Riddell y Haddon señalan que  las autoridades entrantes “deben ser cautelosas con la maquinaria de los cambios”. Renovar todos los cuadros técnicos y rediseñar las instituciones puede ser “inevitablemente perjudicial, contraproducente y costoso”. Un cuerpo de directivos públicos y mecanismos de renovación y reposición debe jugar en el modelo.

Una nota conceptual sobre transiciones gubernamentales debe proporcionar un marco y elementos de discusión y decisión para la implementación de un estrategia/programa institucionalizado que nos permita ahorrar tiempo y recursos, produciendo el menor efecto negativo en la sociedad.

Tomémonos en serio las transiciones gubernamentales. Se juega la vida en ellas.  No más Herodes inimputables, sino responsables de las políticas y los servicios que impactan en la vida o la muerte,  en la felicidad o la desdicha de 32 millones de personas.

[1] Entre el 2014 y el 2015 (una transición subnacional) la mortalidad neonatal se incrementó: de 10 por cada mil nacidos a 16 en Apurímac, de 4 a 9 en Arequipa, de 10 a 13 en Junín, de 6 a 9 en Moquegua, de 8 a 11 en Tumbes, y sigue.

[2] Transitions: preparing for changes of government. Peter Riddell and Catherine Haddon. Institute for Government. Londo, november 2009.