«Nos vamos todos» es insuficiente

Dos gobiernos en un discurso presidencial y la estrategia de transición gubernamental

31/07/2019

Por Arturo Granados

El último mensaje del Presidente de la República el 28 de Julio pone en evidencia un hecho dramático de la política y la gestión pública: vivimos un período de gobierno que ha tenido un primer año de 36 meses de duración y nos alistamos para su salida. En otras palabras, tenemos un gobierno de 2 años, el de inicio y el de fin. En palabras del Premier del Solar hemos vivido “3 años de convulsión política”. En términos institucionales y de gestión gubernamental ¿hemos perdido el quinquenio para lo que verdaderamente importa?, es decir ¿hemos consolidado las políticas que vienen de hace, por lo menos, 4 períodos gubernamentales? y ¿hemos puesto en funcionamiento cambios que necesitamos como sociedad?

El otro aspecto traumático del mensaje: en un solo discurso presidencial tuvimos dos gobiernos diferentes. El primero, que hacía el balance de ley y proponía las medidas del siguiente año, incluidas algunas audaces reformas hasta el 2021. El segundo, que solicita o, en realidad, anuncia el último año de su ejercicio. Como ciudadano y analista de la gestión pública confieso que me sentí estafado. El 95% del discurso, escuchado con ubérrima atención, no era realizable porque se trataba de un gobierno que no será, o que para todos los efectos no es.

Para los teóricos de cambio organizacional y para los investigadores de las transiciones gubernamentales, el primer año de un nuevo gobierno, en general, es de inicio y aprendizaje, caracterizado por poco avance o por la adopción de medidas contraproducentes para el normal funcionamiento del aparato público, sus políticas y servicios. Es el costo inexorable del cambio, que tiene una profundidad y duración variables en la caída de desempeño. El segundo año se obtiene rumbo y ritmo. Y el último año es de salida, donde no hay capital político real ni tiempo para emprender reformas.

«Las transiciones regulares de gobierno desafían a las democracias, a sus instituciones y a la gestión pública en todo el mundo y en todos los tiempos. La nuestra es tan compleja y pendeja que si no la tomamos en serio perderemos otro quinquenio».

Asumamos que estamos frente a un cambio de gobierno y necesitamos tener una estrategia de transición gubernamental. Propósito: formación rápida y eficaz de un nuevo gobierno, de modo que tenga un buen comienzo y un efectivo primer año de gestión. Objetivos: asegurar la continuidad de las políticas y de los servicios, aminorar la pérdida de ritmo y tiempo, y generar las mejores condiciones para el refrescamiento de la conducción gubernamental y para empujar iniciativas de reforma. Nada de esto surge espontáneamente. Las lecciones de un gobierno de dos años en cuatro es una cachetada tan grande que no podemos dejar el siguiente quinquenio a la deriva del azar. Necesitamos una estrategia de transición, entendida como un proceso planificado, ordenado e institucionalizado de renovación gubernamental, cuyo horizonte temporal sea  Agosto 2019 – Julio 2022.

Los componentes de la estrategia son: (i) La elaboración de una agenda de gobierno, para aterrizar los grandes objetivos, elegir mejor las batallas y las prioridades estratégicas, (ii) La conformación de equipos de gobierno, (iii) Las reglas del traspaso o transferencia, no sólo en su dimensión administrativa que está regulada por la Contraloría General de La República, (iv) La sistematización del periodo que termina, no con fines propagandísticos, sino como reporte de tendencias, avances, perspectivas e identificación de puntos críticos, urgentes y sensibles para el inicio, (v) La preparación de las autoridades para un nuevo ejercicio de gobierno, y (vi) El afinamiento de las prioridades o políticas sectoriales y sus estrategias.

Las reformas anunciadas por el Presidente, como la cobertura universal para los 4 millones de peruanos que no tienen seguro de salud, el Plan de Competitividad y Productividad 2019-2030, las agendas regionales de desarrollo territorial, entre otras, son retos de sociedad que debemos incluir en la agenda de transición avanzando en sus contenidos técnicos, estimación financiera real y arreglos institucionales para que las nuevas autoridades afronten desde el principio reformas por las que vale la pena utilizar el capital político de un nuevo gobierno. El Ejecutivo Nacional tiene una gran responsabilidad para definir y darle los recursos institucionales necesarios a la transición que se inicia en el momento que logra su objetivo político constitucional de un adelanto de elecciones.

Las transiciones regulares de gobierno desafían a las democracias, a sus instituciones y a la gestión pública en todo el mundo y en todos los tiempos. La nuestra es tan compleja y pendeja que si no la tomamos en serio perderemos otro quinquenio.